Un informe secreto de May prevé una caída económica por el Brexit
El estudio pronostica que el PIB bajará entre un 2% y un 8% según lo duro que sea el divorcio
Downing Street ha optado por desprestigiar su propio informe, teóricamente confidencial, que predice un futuro económico a la baja en el Reino Unido como consecuencia del Brexit. La primera ministra, Theresa May, viaja mañana a China para buscar acuerdos comerciales.
Cuarenta, cuarenta y una, cuarenta y dos... Es como esas películas en las que la bomba hace explosión cuando el reloj queda a cero, sólo que en este caso el drama se producirá cuando se llegue al número 48. Drama para Theresa May, porque es el total de cartas de diputados conservadores que hacen falta para plantear una moción de no confianza y desatar una nueva batalla por el liderazgo tory. Y el número, según fuentes de la Cámara de los Comunes, aumenta cada semana. Cuarenta y tres, cuarenta y cuatro...
La ya menguada reputación de la primera ministra británica –que mañana viaja en visita oficial a China para buscar acuerdos comerciales post Brexit– sufrió ayer un nuevo golpe con la publicación de un informe supuestamente confidencial sobre las consecuencias negativas de la salida de la Unión Europea para la economía del país en los tres escenarios más probables: sin un acuerdo comercial, con un acuerdo comercial y adhiriéndose a las reglas del mercado único. En el primer caso, el crecimiento sería un 8% inferior a lo largo de los próximos quince años; en el segundo, un 5% inferior y en el tercero, un 2% más bajo. El maná prometido por
los euroescépticos no aparece por ninguna parte.
El Brexit es una paradoja constante. El Gobierno asegura al Parlamento que no ha encargado ningún informe sobre el impacto económico del Brexit, pero resulta que sí lo ha hecho, y los datos se filtran a la prensa. Y entonces la respuesta de Downing Street consiste en echar tierra sobre su propio documento, decir que “no hay que tomarlo al pie de la letra porque los expertos suelen equivocarse” y afirmar que hay un escenario optimista que no se ha
tenido en cuenta: la posibilidad de un acuerdo comercial hecho a medida del Reino Unido. El problema es que esta última alternativa, a la que May se aferra como a un clavo ardiendo, es la que Bruselas (y Berlín, y París...) asegura que es de todo punto imposible.
La filtración del informe –que circulaba por Whitehall desde hace un par de días– ha culminado la enésima semana trágica de Theresa May, que es como uno de esos sacos de boxeo al que todo el mundo da puñetazos. Ya sea el ministro de Economía, Philip Hammond, diciendo en Davos que la divergencia del Brexit será “muy modesta”; o el ministro de Asuntos Exteriores, Boris Johnson, metiéndose en camisas de once varas y pidiendo más dinero para Sanidad; o el líder de los euroescépticos, Jacob Rees-Mogg, acusándola de aguar la ruptura con Europa; o la prensa alemana contando cómo Angela Merkel se rió de ella en el último encuentro porque le pidió varias veces que “le hiciera una oferta”, cuando es Gran Bretaña quien todavía ha de decidir lo que quiere; o los lores, que amenazan con modificar la legislación del divorcio de la UE; o Bruselas, que le ha notificado que en el periodo de transición Londres deberá seguir recibiendo inmigrantes y aceptando las sentencias de los tribunales continentales; o los eurófilos, que le reclaman cada vez con mayor fuerza un segundo referéndum (que según la última encuesta desea una clara mayoría, aunque el resultado volvería a ser muy apretado).
La estabilidad que parecía haber
CONSECUENCIAS
El estudio pronostica que el PIB caerá entre un 2% y un 8% según lo duro que sea el Brexit
REACCIONES
Downing Street opta por desprestigiar su propio informe y dice que “está equivocado”
alcanzado May en los últimos meses se ha desvanecido como un espejismo. Su tímida remodelación ministerial no satisfizo a nadie, mostrando en todo caso su debilidad y sirviendo para generar nuevos enemigos (los defenestrados y los que no obtuvieron la promoción esperada), por si no tuviera ya suficientes. Y conforme se aproxima la hora de la verdad en las negociaciones con la UE, más tiran de la cuerda tanto los partidarios del Brexit duro como del blando, o del no Brexit. Y ella, a todo esto, paralizada y atada de pies y manos, sin poder decantarse por ningún bando porque el otro la derrocaría, y permitiendo que corra el tiempo mientras Bruselas le reclama que plantee opciones realistas en vez de insistir en planteamientos imposibles.
Incluso antes de la filtración del informe económico de ayer, el último rumor en Westminster era que May iba a pedir la ampliación del periodo de transición de dos a tres años, consciente de que las negociaciones van para largo y las disputas dentro del gabinete son imposibles de resolver a corto plazo. Ahora, tanto el Labour como el SNP escocés han exigido que los datos sobre el impacto económico del Brexit se hagan públicos. Y el ministro de Comercio Internacional, Liam Fox, un euroescéptico, ha reconocido lo obvio: “Los partidarios del Brexit duro carecemos de una mayoría parlamentaria para implementarlo”. May se ha ido a China en busca de un respiro, pero el viaje se le ha atragantado. Y mientras ella habla de comercio en Pekín, el número de cartas de diputados tories pidiendo su cese sigue aumentado: cuarenta y seis, cuarenta y siete...