La Vanguardia

Las protestas en Túnez siguen el patrón de la revolución del 2011

- XAVIER MAS DE XAXÀS Barcelona

Las protestas sociales que arrancaron en Túnez a principios de semana siguen la pauta de las movilizaci­ones que hace siete años acabaron con la dictadura y provocaron las primaveras árabes.

Las condicione­s políticas no son las mismas pero, igual que entonces, muchos tunecinos se sienten ignorados y no tienen nada que perder. Ahora, además, no se lucha contra un dictador sino contra la austeridad que impone el FMI a cambio de ayuda financiera.

La revueltas de estos días, en una decena de ciudades, algunas tan significat­ivas como Kaserine, Sfax y Gafsa, además de Túnez, están lejos de derivar en una revolución, pero el pillaje de comercios, las barricadas y los ataques contra las comisarías ya sucedieron entre mediados de diciembre del 2010 y el 14 de enero del 2011, día en que Ben Ali voló a un exilio dorado en Arabia Saudí, donde aún sigue. De momento hay un muerto, medio centenar de heridos y 237 detenidos.

El Gobierno es hoy casi tan impopular y débil como lo era el régimen de Ben Ali. La UGTT, el principal sindicato, fue la fuerza decisiva contra la dictadura y ahora presiona al Gobierno para que suba el salario mínimo y los subsidios a los más pobres. Chajid, sin embargo, no puede contentar a la UGTT y al mismo tiempo reducir el déficit, como le exige el FMI a cambio de un crédito de 2.900 millones de dólares. Acaba de aprobar unos presupuest­os muy austeros con la promesa de que serán los últimos, pero su credibilid­ad está por los suelos. Ninguno de los nueve gobiernos que ha tenido Túnez desde el 2011 ha mejorado la economía.

Los días de Chajid al frente del Ejecutivo parecen contados. Nidaá Tunis, el partido laico y conservado­r al que pertenece, se descompone asediado por la corrupción y el colapso de la economía.

El presidente Esebsi podría sacrificar a Chajid para construir un nuevo relato que calme a una ciudadanía muy castigada. El paro juvenil, por ejemplo, alcanza el 25%, la inflación ha subido al 6,7% y el terrorismo ha hundido el turismo, industria que aporta el 8% del PIB.

La alianza con Enahda, el partido islamista que tiene la mayoría en el Parlamento, pende de un hilo y todo indica que se romperá antes de las elecciones municipale­s de mayo. Estos comicios, como indica Javier Martín, correspons­al de Efe, “definirán el futuro de Túnez y de su frágil transición política”. Lo más probable es que Enahda consiga una victoria aplastante y que su líder, Rachid Ganuchi, la utilice para ganar la presidenci­a en el 2019.

“¿A qué estamos esperando?” es el nombre de la plataforma cívica que, en la calle y las redes sociales, atosiga al Gobierno al grito de “policía, asesina” y “ministerio (del Interior), terrorista”. El sábado, aniversari­o del triunfo de la revolución, ha convocado una gran manifestac­ión en Túnez. “No tenemos miedo –aseguran estos activistas–. Las calles volverán a hervir”.

El Gobierno mantiene el apoyo decisivo de los islamistas, pero pende de un hilo

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SOFIENE HAMDAOUI / AFP Barricadas y piedras contra los gases y las balas de goma de la policía, el martes por la noche en Túnez

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