La gala acaba pero sigue en las redes sociales, cruciales en el éxito del show
Y cuando se termina la gala (de OT) o la final (de MasterChef), las batallas de (La Voz) o la expulsión (de Gran Hermano) no todo ha acabado, y muchos de estos programas tienen una segunda parte infinita en las redes sociales. En algunos casos, como en OT, incluso se retransmite en directo un chat que empieza cuando se termina la gala. El del pasado lunes lo vieron 652.000 personas y consiguió un 15,9% de cuota de pantalla, líder de su franja. El chat empezó pasada la 1 de la madrugada y terminó a las 2.30 horas.
En otros casos, los programas tienen debates y otras formas de alargarlos, y sobre todo redes sociales que bullen durante toda la semana –jueces y concursantes se encargan de ello– y que mantienen fidelizados y activos a los fans.
Según Josep Lluís Micó, profesor de Periodismo de la URL, en este “movimiento de transición entre las viejas y las nuevas pantallas, la televisión ya no es un medio totalmente autónomo”. Cada vez más, las productoras, los anunciantes y los patrocinadores dan mucha importancia a la dimensión digital, de modo que la parte televisiva es un pretexto para dotar de contenidos a la vida digital de esos programas”, y por tanto los horarios –tarde o temprano– pierden importancia.
La clave –según Micó– está en que la relación entre el programa y el mundo digital ya no es sólo “una relación secuencial, sino simultánea: la gente participa de forma cualitativa y tiene la posibilidad de incidir en el resultado del programa, con sus votos, por ejemplo”, gracias a su teléfono inteligente.
Esto está muy claro en programas que se vertebran alrededor de una “comunidad, algo que la televisión hace muy mal, pero que las redes sociales hacen muy bien”, asegura este experto.
Sólo así se entiende que haya gente que aguante hasta más de cuatro horas de emisión del mismo programa –entre gala y chat– en un día laborable, y que al día siguiente se conecte a Facebook Live a la 1 de la tarde para otro chat con el expulsada de la noche anterior, y por la tarde, a la hora de la merienda, otra vez más de lo mismo. Las visualizaciones posteriores de estos chats alcanzan fácilmente las miles y las decenas de miles de visualizaciones.
Obviamente no todos los programas son susceptibles de sucumbir al encanto de la redes sociales y a generar esta comunidad de ¿fieles? Según Josep Lluís Micó deben ser “artefactos de entretenimiento transversal bien articulados, de los que el espectador pueda sacar el máximo provecho mediante la redes sociales, pero que al mismo tiempo sean válidos como programa televisivo”. Por eso, deben “integrar muy bien lo imprevisto, los finales abiertos, y los finales que puedan cambiar gracias a la intervención de la gente”. Al mismo tiempo, deben ser formatos “lo suficientemente estructurados, que sepas que te van a ofrecer, pero que no sean ni excesivamente elaborados ni abstractos ni experimentales”, añade Micó.
Por último, todos estos programas se basan, sin importar si se trata de un reality odeun talent donde los concursantes cantan o cocinan, “en una apelación a lo más primario de las personas: los sentimientos y las emociones que generan los concursantes, y ambas cosas constituyen la esencia misma de las redes sociales”, explica Micó.