La urbana detenida pudo acceder el día del crimen a su arma reglamentaria
La policía de Barcelona admite que, aunque está prohibido, no controla si los agentes fuera de servicio sacan las pistolas de comisaría
La falta de control de las armas en la Guardia Urbana pudo facilitar que la agente Rosa P. dispusiera de su arma reglamentaria el día que se cometió el crimen aun estando de baja. El jefe de la policía barcelonesa, Evelio Vázquez, y la responsable de Asuntos Internos, Begoña Alday, declararon ayer como testigos ante la juez que investiga el asesinato del agente Pedro R., cuyo cuerpo apareció calcinado en el maletero de un coche cerca del pantano de Foix.
Ambos confirmaron que no existe un registro que detalle cada vez que un agente saca el arma de la comisaría y señalaron que el procedimiento habitual consiste en dejar la pistola en el armero cuando se acaba el servicio. El protocolo de la Guardia Urbana establece que no se puede sacar la pistola fuera de servicio ni fuera de Barcelona.
Estas explicaciones no hicieron más que reforzar la principal hipótesis, que apunta a la pistola de Rosa como el arma del crimen. Un informe balístico de los Mossos confirmó que el objeto metálico hallado junto al cadáver se correspondía con una bala del mismo calibre que se utiliza en la Guardia Urbana y, en paralelo, otro estudio desveló que a la pistola reglamentaria de Rosa le faltaba una bala.
Tanto el jefe de la Guardia Urbana como la responsable de Asuntos Internos resaltaron que cada agente que efectúa un disparo debe posteriormente rellenar un documento para justificar su actuación. En el caso de Rosa no consta nada. No hay ni rastro documental que indique que su arma fuera utilizada. Los dos responsables de la Guardia Urbana mostraron un desconocimiento absoluto sobre dónde estaba la bala que falta en la pistola de Rosa. También destacaron que los proyectiles que se disparan en una galería de tiro son distintos.
Otra de las cuestiones por la que fueron interrogados fue si cualquier agente puede acceder a la comisaría pese a estar de baja. La respuesta fue que aunque hay vigilancia si la persona es un agente conocido se le deja pasar. Este punto tampoco contradice la tesis de que la agente Rosa P. pudo matar de un tiro a su novio y los días posteriores devolver el arma a su armero. Tampoco hay cámaras que controlen quién entra y quién sale, advirtieron a la juez. Dos días después de que un excursionista encontrara el cadáver, la mujer preguntó a sus superiores de la Guardia Urbana si podía disponer de la pistola por motivos de seguridad ya que se sentía amenazada. El jefe del cuerpo denegó la petición pero le asignó un servicio de escoltas como medida de protección. ¿Pidió el arma porque no la tenía? ¿Ya la había devuelto, o la pistola nunca salió de allí? ¿Fue una maniobra de distracción para simular que su arma siempre estuvo allí? La investigación encara su recta final con todavía algunos interrogantes por desvelar.
Los responsables de la policía local señalan que la bala que falta en la pistola de Rosa P. no está registrada