La Vanguardia

Nada será igual

- Barcelona Llucia Ramis

El anuncio, en una pantalla gigante, parecía ir con segundas: “Creas en lo que creas, nada volverá a ser igual”. Se refería a Origen, la nueva novela de Dan Brown, quinta entrega del profesor Robert Langdon, ambientada en España, el primer país que el autor visitó. Tenía quince años y fue a Gijón. Allí, entre la discoteca Tic, la música de Mecano, Alaska y Dinarama, y Los Secretos (“podría cantar el Déjame”), aprendió la consigna: “Fuma y bebe, que la vida es breve”. Brown no fuma, ni bebe mucho, pero admira la capacidad para detenerse y disfrutar: “El concepto de sobremesa es maravillos­o”.

En la Pedrera hay periodista­s y agentes de diecisiete países, y dos se abrazan con lágrimas en los ojos, como si volvieran a verse después de muchos años, quizá desde que se presentó El código Da Vinci en 2003. “En Corea somos fans de ese libro”, le comentará luego uno al autor, “¿Lo superará Origen?”. Elena Ramírez, directora de ficción internacio­nal del grupo Planeta, asegura que sí. “¿Sabe algo de Finlandia?”, le dirá otra, “¿Podría mencionarl­o? Es que necesito un titular”.

Para él es una suerte ganarse la vida con lo que le apasiona. Escribe libros que le gustaría leer. Primero estudia el tema: habló con religiosos y científico­s, fue a la Sagrada Família y a Montserrat. Cuando entró en el MareNostru­m, el superorden­ador ubicado en una capilla, exclamó: “Uau, parece sacado de una novela de Don Brown”. Hace meses, se alojó con un nombre falso en un AirBnB, no muy lejos de donde vive su agente, Mònica Martín, que organizó una cena de la que tal vez hablaremos algún día, y en la que entonces hablamos de fobias, y reímos. El resumen sería que Dan es muy majo.

“El odio tiene mucha prensa, pero el espíritu humano ama más de lo que odia”, comenta. En la novela, un personaje dice que la ciencia mata dioses. La Iglesia necesita evoluciona­r o se extinguirá. Las religiones del pasado se han difuminado y dentro de cien años tendrán otro aspecto, apunta. Él empezó a dudar cuando, de pequeños, una amiga murió de leucemia, y el cura dijo que estaba en los planes de Dios. Desde entonces, tiene “fe en la capacidad de hacernos preguntas”. Está confuso y sigue buscando respuestas.

Considera que parten del diálogo.

Habla, claro, sobre El Tema. No será el único. En el CCCB, Colson Whitehead, galardonad­o con el premio Pulitzer y el National Book Award por El ferrocarri­l subterráne­o (Random House/Periscopi), se habrá puesto más o menos al día en la que es su primera visita a Barcelona, cuando Barcelona no parece Barcelona (fue a Sevilla en su primera luna de miel). Llueve mucho. Casi a la misma hora, Martín Caparrós habla de Larga distancia (Malpaso) en la Altaïr. Y dos días antes, en la Laie, Enric González hace una breve referencia a la “crisis marciana de este país, tan difícil de entender desde fuera”.

Es en la presentaci­ón de Taxi ,de Carlos Zanón. De Salamandra están Anik Lapointe y Claudia Cucchiarat­o. Y contra lo acostumbra­do, la librería se llena de escritores, tanto en lengua castellana como catalana. Han venido Enrique de Hériz, Marc Pastor, Gabi Martínez, Ada Castells, Kiko Amat, Miqui Otero, Toni Hill, Andreu Martín. Hay gente del mundillo: Eugènia Broggi, Anna Guitart, Leticia Blanco, Mabel Beltrán, Laura Santaflore­ntina. El acto es breve, porque a las ocho muchos quieren ir a la manifestac­ión de las velas contra el encarcelam­iento de los Jordis.

González está acostumbra­do a presentar libros de periodismo, y teme reventar la historia. Dice que

Taxi tiene más que ver con Camus que con Hammett, y que las des- cripciones le recuerdan esa Barcelona negra, y más real, que pintaron Vázquez Montalbán o su padre, Francisco González Ledesma. “El Eixample es como un fantasma”, explica, y se identifica con los problemas de insomnio del protagonis­ta. A Zanón no le preocupa si está en la sección de novela negra o no, “¡mientras no me busquen por Zafón!”. De niño, la profesión de taxista le parecía muy guay, hasta que su padre le hizo cambiar de opinión: “Es muy duro salir cada día sin saber dónde vas y sin que te importe demasiado”. En cierto modo, es un poco como la Odisea: Ulises quiere volver a casa, pero tampoco le pone mucho interés.

El lunes se celebraba el día de las escritoras. Y como apuntó la directora de la Biblioteca de Catalunya, Eugènia Serra, la Sala de Llevant acogió el acto por segunda vez. Maria Àngels Cabré destacó la complicida­d que hay entre las mujeres que trabajan en las institucio­nes, como Laura Borràs, de la Institució de les Lletres Catalanes; Bel Olid, de la AELC; Núria Balada, del Institut Català de les Dones, y Marina Espasa, que se lamentó de que hubiera pocos hombres en el público. Estaba, eso sí, el poeta Toni Clapés. La directora de Club Editor, Maria Bohigas, ha publicado una nueva versión de El mar, de Blai Bonet, con capítulos inéditos.

Blanca Llum Vidal leyó a Caterina Albert; Míriam Cano, a Maria Àngels Anglada; Jenn Díaz, a Aurora Bertrana; Odile Arqué, a Felícia Fuster; Jordi Martín, a Siri Hustvetd; Alba Dedeu, a Carson McCullers; Dolors Udina, a Alice Munro y Virginia Woolf; Estel Solé, a Mercè Rodoreda; Anna Campmany, a Montserrat Roig, y Neus Aguado, a María Zambrano. Nada volverá a ser igual. La cuestión es: con respecto a qué.

“El odio tiene mucha prensa, pero el espíritu humano ama más de lo que odia”, dice Dan Brown

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ORIOL MIRALLES
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LLUCIA RAMIS
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XAVIER CERVERA
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