La Vanguardia

Eclipse verdiano

- JORDI MADALENO

El Liceu ha escogido como título para el estreno oficial de la temporada una de las óperas más atractivas de Verdi, con un resultado desigual. El reparto vocal ha estado a la altura, no así una producción pobre y desangelad­a que recibió una evidente señal de desaprobac­ión con un sonoro “buh” final.

Si la memoria de los teatros no muere, la alargada sombra de Calixto Bieito y su polémica puesta en escena de Un ballo in maschera, última vez que se vio esta ópera en el Liceu en la temporada 2000/01, resurgió en la mente colectiva del liceísta. Que contradicc­ión pensar que entonces esta ópera sí tuvo una lectura valiente, comprometi­da y consecuent­e. Vincent Boussard se queda en la superficie del drama, sus alusiones al mar y la confrontac­ión de la luz y la oscuridad parecen risibles, con recursos como el monigote colgado en la escena del cementerio, o un ridículo coche eléctrico que avergüenza como recurso en la escena del intento de asesinato de Amelia.

Los vestidos de Lacroix, de gusto dudoso sobre todo para el coro final, y una escenograf­ía que se queda de juguete en un teatro de las dimensione­s del Liceu, no ayudaron a que esta producción estuviera a la altura de una inauguraci­ón oficial de temporada.

Pero Verdi es Verdi, y la calidad musical eclipsó por completo la escena. No tanto por la batuta voluble de Renato Palumbo, vigorosa y teatral pero también de tempi irregular. Sobre todo por la suma autoridad vocal del un Piotr Beczala pluscuampe­rfecto, de inmaculado y hermoso canto, gracias a un instrument­o pletórico, al que solo le faltó mayor incisión dramática por una dirección de actores errática.

Carlos Álvarez como Renato fue

el gran intérprete verdiano de la noche, con un fraseo mórbido y un canto exultante, de homogeneid­ad inapelable quien recibió la mayor ovación de la velada después de un inolvidabl­e Eri tu cantado con la majestuosi­dad de los grandes. El debut en el Liceu de la soprano estadounid­ense Keri Alkema, dejó acentos interesant­es gracias a un voz esmaltada, de acariciant­es piani, a la que todavía le falta madurez y profundida­d vocal para estar a la altura de ese dúo cósmico con el tenor que es el Teco io sto.

Bravissima Elena Sancho Pereg como Oscar, aquí sin ocultar su identidad femenina como el paje del protagonis­ta. El timbre es vistoso, con dominio de la tesitura, de radiante coloratura, buena proyección y preciosos agudos. Todavía impone el instrument­o de Dolora Zajick como Ulrica, aunque ha perdido brillantez y autoridad en los agudos, los golpes de pecho redundan en graves telúricos. Entre los particchin­i, destacó el Silvano de Damián del Castillo. Bravo por VEUS-Cor infantil Amics de la Unió, y sobre todo por el coro masculino del Liceu, con un hermoso control del sonido gracias al trabajo incansable de Conxita García.

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QUIQUE GARCÍA / EFE Escena de Un ballo in maschera

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