Los tres bandos
Se ha dicho que el independentismo en Catalunya ha crecido de abajo hacia arriba, del pueblo hacia los gobernantes. Una demostración de ello son las manifestaciones millonarias que se han visto en las calles desde hace años. Esta constancia en la reivindicación masiva y pacífica ha sido capitalizada por los partidos defensores de la independencia y por los que han sabido adaptarse a este clima social. La política debe tomar siempre la temperatura de la calle para ofrecer respuestas y soluciones. Pero, lamentablemente, no todos los partidos cumplen con esa obligación.
Digo esto porque no hace falta ser muy avispado para percibir que la grave situación que vive Catalunya, ahora sí, ha fraccionado la sociedad. Es una evidencia. Vayas donde vayas hay preocupación y desasosiego. Todos, sean independentistas o unionistas, preguntan lo mismo con inquietud: ¿Qué pasará? No se habla de otra cosa y en el ambiente hay una mezcla de incertidumbre, temor, tristeza, enfado, rabia y malestar que conlleva a un constante tránsito entre la rauxa y seny. En este conflicto hay tres bandos. Los que defienden que se declare la independencia a cualquier precio, los que se oponen radicalmente y reclaman actuaciones contundentes e inéditas en democracia, y los que piden una mediación para buscar una solución dialogada aunque ello comporte tiempo. Me atrevería a afirmar que esta última opción está ganando adeptos a la misma velocidad a la que circulan los dos trenes desenfrenados de Catalunya y España en dirección a un choque brutal. Probablemente, la opción del diálogo es donde hoy estaría la centralidad de la sociedad catalana y española.
El pleno del Ayuntamiento de Barcelona del viernes fue una buena muestra de estos tres bandos: independentismo radical, unionismo ciego y diálogo. Nuevamente, los Comunes demostraron que seguramente son los que siguen más conectados con la calle. En su día, Ada Colau y los suyos supieron recoger la bandera del referéndum que reclamaba el 80% de la sociedad catalana y propiciaron que las fuerzas independentistas retrasaran la unilateralidad prometida en la campaña electoral del 2015 para recuperar la idea de la consulta. Ahora, los Comunes han sabido moverse con habilidad, han facilitado el referéndum sin compartir su efectividad legal, se han puesto al lado del clamor mayoritario que ha condenado la violencia policial y se han apuntado al bando de la difícil salida dialogada. Colau sabe que para que prospere la vía del diálogo debe haber en Madrid alguien dispuesto a ello y hoy sólo el PSOE tiene la llave de esa puerta. Por eso dije aquí hace semanas, y se demostró el viernes, que la alcaldesa no rompería el pacto con los socialistas porque sería como dinamitar el único puente que puede facilitar un cambio de interlocutor en la Moncloa. El problema es que viendo lo que sucede en numerosos ayuntamientos catalanes con el aislamiento de alcaldes del PSC y la distancia que el PSOE ha tomado respecto al conflicto catalán, Colau corre el riesgo de quedarse sola en la defensa del pacto con los socialistas. La mesa de mediación es la última invitación de los Comunes para que sus socios se desmarquen con claridad de uno de los dos bandos más beligerantes, de lo contrario la ruptura de este matrimonio municipal será inevitable.
Colau resiste la ola de aislamiento del PSC en los ayuntamientos catalanes y mantiene a sus socios en el gobierno