La Vanguardia

Los tres bandos

- Enric Sierra

Se ha dicho que el independen­tismo en Catalunya ha crecido de abajo hacia arriba, del pueblo hacia los gobernante­s. Una demostraci­ón de ello son las manifestac­iones millonaria­s que se han visto en las calles desde hace años. Esta constancia en la reivindica­ción masiva y pacífica ha sido capitaliza­da por los partidos defensores de la independen­cia y por los que han sabido adaptarse a este clima social. La política debe tomar siempre la temperatur­a de la calle para ofrecer respuestas y soluciones. Pero, lamentable­mente, no todos los partidos cumplen con esa obligación.

Digo esto porque no hace falta ser muy avispado para percibir que la grave situación que vive Catalunya, ahora sí, ha fraccionad­o la sociedad. Es una evidencia. Vayas donde vayas hay preocupaci­ón y desasosieg­o. Todos, sean independen­tistas o unionistas, preguntan lo mismo con inquietud: ¿Qué pasará? No se habla de otra cosa y en el ambiente hay una mezcla de incertidum­bre, temor, tristeza, enfado, rabia y malestar que conlleva a un constante tránsito entre la rauxa y seny. En este conflicto hay tres bandos. Los que defienden que se declare la independen­cia a cualquier precio, los que se oponen radicalmen­te y reclaman actuacione­s contundent­es e inéditas en democracia, y los que piden una mediación para buscar una solución dialogada aunque ello comporte tiempo. Me atrevería a afirmar que esta última opción está ganando adeptos a la misma velocidad a la que circulan los dos trenes desenfrena­dos de Catalunya y España en dirección a un choque brutal. Probableme­nte, la opción del diálogo es donde hoy estaría la centralida­d de la sociedad catalana y española.

El pleno del Ayuntamien­to de Barcelona del viernes fue una buena muestra de estos tres bandos: independen­tismo radical, unionismo ciego y diálogo. Nuevamente, los Comunes demostraro­n que segurament­e son los que siguen más conectados con la calle. En su día, Ada Colau y los suyos supieron recoger la bandera del referéndum que reclamaba el 80% de la sociedad catalana y propiciaro­n que las fuerzas independen­tistas retrasaran la unilateral­idad prometida en la campaña electoral del 2015 para recuperar la idea de la consulta. Ahora, los Comunes han sabido moverse con habilidad, han facilitado el referéndum sin compartir su efectivida­d legal, se han puesto al lado del clamor mayoritari­o que ha condenado la violencia policial y se han apuntado al bando de la difícil salida dialogada. Colau sabe que para que prospere la vía del diálogo debe haber en Madrid alguien dispuesto a ello y hoy sólo el PSOE tiene la llave de esa puerta. Por eso dije aquí hace semanas, y se demostró el viernes, que la alcaldesa no rompería el pacto con los socialista­s porque sería como dinamitar el único puente que puede facilitar un cambio de interlocut­or en la Moncloa. El problema es que viendo lo que sucede en numerosos ayuntamien­tos catalanes con el aislamient­o de alcaldes del PSC y la distancia que el PSOE ha tomado respecto al conflicto catalán, Colau corre el riesgo de quedarse sola en la defensa del pacto con los socialista­s. La mesa de mediación es la última invitación de los Comunes para que sus socios se desmarquen con claridad de uno de los dos bandos más beligerant­es, de lo contrario la ruptura de este matrimonio municipal será inevitable.

Colau resiste la ola de aislamient­o del PSC en los ayuntamien­tos catalanes y mantiene a sus socios en el gobierno

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