La Vanguardia

La Compañía de Jesús carga contra el CIE de Barcelona

Llueve sobre mojado: el Ayuntamien­to de Barcelona acaba de crear un certificad­o de vecindad para tratar de torpedear el CIE

- D. MARCHENA Barcelona

La Compañía de Jesús, cuya finalidad es “la salvación y perfección de los prójimos”, lleva en su ADN –como otras congregaci­ones religiosas– la preocupaci­ón por los migrantes, los refugiados, las víctimas del tráfico de personas y los desplazado­s internos por las guerras, el hambre o el cambio climático. Su lema es A.M.D.G. (Ad maiorem Dei gloriam, para mayor gloria de Dios, siglas que también dan título a una espléndida y feroz novela de Ramón Pérez de Ayala sobre los jesuitas).

Pero los objetivos de la orden son muy terrenales, como por ejemplo, desenmasca­rar la cara oculta de los centros de internamie­ntos de extranjero­s (CIE), y en particular del de Barcelona, en la Zona Franca. A ese objetivo se dedican los voluntario­s de la fundación Migra Studium-Servei Jesuïta a Migrants, que visitan y ayudan de forma desinteres­ada a los internos casi a diario. La Compañía de Jesús promueve esta entidad sin ánimo de lucro y cuya zona “preferente” de actuación es Catalunya, “aunque está abierta al resto de España y a otros países”. Sus estatutos defienden el ecumenismo, la cohesión de la sociedad, la intercultu­ralidad y la lucha contra la exclusión.

Conviene recordar quién y qué está detrás de Migra Studium porque a veces el Ministerio de Interior ha intentado desacredit­ar a los autores para quitar hierro a las denuncias contra los CIE. En el de Barcelona “se producen graves vulneracio­nes de derechos y se hace un uso excesivo e injustific­ado de la privación de libertad”, dice Migra Studium. A raíz de su último informe, un abogado y colaborado­r de la entidad, Josetxo Ordóñez, dice que el centro de la Zona Franca se utiliza “como un albergue temporal”.

El Ministerio de Interior, del que dependen estas instalacio­nes, sostiene que su misión es “la custodia y detención” de personas en situación irregular, sobre todo de quienes han delinquido, mientras se tramita su expulsión. Pero más de la mitad de los internos que visitaron los voluntario­s quedaron en libertad, la mayoría a los 25 días, aunque el periodo máximo de privación de libertad es de 60. Ello confirma que se registran “internamie­ntos innecesari­os y a sabiendas de que es imposible llevar a cabo muchas repatriaci­ones”. La criminaliz­ación y las alusiones a la delincuenc­ia son además una falacia: el 75% de los internos visitados carecía de antecedent­es, según otra voluntaria, Marga García.

No son los únicos que sostienen estas opiniones. El Ayuntamien­to de Barcelona –que también pide el cierre del CIE, como Migra Studium– comenzará a emitir a partir de noviembre un

Migra Studium denuncia “graves vulneracio­nes de derechos” en el centro de la Zona Franca

documento de vecindad para que los inmigrante­s que puedan demostrar su arraigo en la ciudad luchen “contra las expulsione­s e internamie­ntos”. Podrán pedir el aval municipal “los extranjero­s en situación irregular mayores de edad, que lleven un mínimo de un año en España y al menos seis meses empadronad­os de forma continuada en Barcelona”.

La inmensa mayoría de los migrantes ingresados en los CIE no son peligrosos, pero están sometidos a una “grave presión psicológic­a”, muchas veces porque ni siquiera comprenden por qué están en lo que consideran una prisión. En teoría tienen derecho a recibir informació­n o a presentar quejas y peticiones sobre su situación, pero en muchas ocasiones la falta de intérprete­s u otros obstáculos insalvable­s convierten esos derechos en papel mojado. En este contexto, afirma Migra Studium, no es extraño que se produzcan “conflictos que degeneren en motines o revueltas”.

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LLIBERT TEIXIDÓ Las instalacio­nes del centro de internamie­nto de extranjero­s de Barcelona, en la Zona Franca

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