Desinflamar
Los catalanes más desolados por las palabras del Rey son los que intentan favorecer una salida negociada. Ahora están más solos, si cabe. Pero su posición constructiva y suavizadora sigue siendo imprescindible. Son los catalanes menos ruidosos: si se manifiestan para expresar el vínculo fraternal con los que fueron maltratados, lo hacen en silencio, sin más bandera que la de la hermandad. Si son empáticos con los catalanes que se oponen al proceso, deben tragarse a menudo argumentos que están muy lejos de compartir. Si participan en los numerosos grupos de WhatsApp, lo hacen con pies de plomo, procurando apaciguar los ánimos, matizando el tremendismo y el emotivismo de las redes sociales.
Son los catalanes menos ruidosos, pero también los más inmunes al desaliento. Nadie les ayuda. Todo el mundo los considera tibios, sosos, cobardes y cosas peores. Son los más valientes: culebrean entre las trincheras sentimentales, arriesgando su fama para construir espacios de racionalidad compartida. Los que pugnan por reducir la inflamación, en tiempos de épica vibrante tienen la burla asegurada. Podrían abandonar. Dejar que las pasiones desatadas se apoderen de la historia. Pero ni tan siquiera se desaniman ahora, que estamos en los minutos de descuento. Siguen buscando afanosamente el pacto y la salida negociada.
El Rey podría haberles ayudado, pero, como el resto de los actores, les ha dado con la puerta en las narices. No importa. Por responsabilidad, deben seguir persistiendo en el mal menor. Para evitar el mal mayor. Los ánimos están exaltados. La tensión se masca. Hay quien sostiene que las emociones acumuladas y las energías dedicadas a preparar y proteger el referéndum sitúan a los catalanes ante la gran oportunidad de su historia. Por eso sostienen que hay que declarar cuanto antes la independencia unilateral (DUI). Todo el mundo sabe que esto es jugar con fuego. Todo el mundo sabe que en vez de un nuevo comienzo puede ser un final, si no trágico, humillante. Todo el mundo sabe que, con las emociones a flor de piel, la defensa en la calle de una DUI sería como llevar la gente al matadero. No sólo eso: implicaría, ahora sí, la fractura de la sociedad catalana. El Ulster en casa.
Cualquier decisión en caliente será, no ya irreversible: fatalista. Ahora es el momento de la desinflamación, el análisis y del recuento de fuerzas. Hay varios caminos de salida: convocar elecciones, crear comisiones de trabajo, intentar reconducir la deriva judicial, buscar mayorías más amplias en el Parlament con un mínimo común denominador... Nadie debe renunciar a nada. Pero hay que evitar el irredentismo del “patria o muerte”. No todo está perdido para los catalanes que tienen un sueño. No todo está perdido para los que no lo comparten. No todo está perdido en España, a pesar de la incapacidad de las élites para entender el problema. Tanto en España como en el mundo, hay quien puede ayudar a iniciar el diálogo.
Que en la farmacia no encontremos de momento un buen antiiflamatorio no debe conducirnos forzosamente al precipicio.
Que no encontremos de momento un antiinflamatorio no debe conducirnos por fuerza al precipicio