Abdulhamit Gul
MINISTRO DE JUSTICIA DE TURQUÍA
Hace seis días que Abdulhamit Gul (40) se hizo cargo de la cartera de Justicia, de la que dependen los pocos jueces que no han sido purgados por Erdogan y que ayer sentaron en el banquillo a 17 periodistas de Chumhuriyet, diario opositor.
La Turquía de Recep Tayyip Erdogan celebró ayer a su modo el día de la Prensa, con el que tradicionalmente se conmemora el fin de la censura en el imperio Otomano. Lo hizo sentando en el banquillo a diecisiete periodistas y empleados del diario crítico
Cumhuriyet, bajo la acusación de “colaborar con organizaciones terroristas”. Todos los encartados llevan entre siete y nueve meses privados de libertad, once de ellos en prisión preventiva y seis en arresto domiciliario. Por su parte, el antiguo jefe de redacción Can Dündar, huido a Alemania, será juzgado como prófugo.
En apoyo de todos ellos, un numeroso grupo de simpatizantes se concentró por la mañana frente a la redacción de Cumhuriyet en Estambul, antes de marchar hacia el juzgado bajo el lema “el periodismo no es ningún delito”. Varios sindicatos y organizaciones por la libertad de prensa consideran una afrenta que ciento sesenta profesionales de los medios se encuentren virtualmente amordazados en Turquía.
Para los acusados que a lo largo de esta semana declararán frente al juez, el fiscal solicita entre siete y cuarenta y tres años de cárcel, por supuesta colaboración con organizaciones como el PKK kurdo, el ultraizquierdista y residual DHKP-C y, principalmente, el movimiento Hizmet del imán Fetulah Gülen, protegido por Estados Unidos.
“Este periódico a lo único a lo que se dedica es a hacer periodismo”, declaraba ayer el patrón de
Cumhuriyet, Akin Atalay. Entre los acusados se encuentra también su director jefe, Murat Sabuncu y hasta el caricaturista del diario, Musa Kart, además de un famoso opinador, Kadri Gürsel, cuyas columnas aparecen en blanco todas las semanas.
Cabe decir que las pruebas de la acusación parecen endebles, pese a su extensión de 324 páginas. En algunos casos se reducen a haber recibido llamadas de usuarios del sistema de encriptación ByLock, utilizado por la trama de Gülen, que según el fiscal, “se habría hecho con el control de
Cumhuriyet”. Algo sorprendente, teniendo en cuenta que dicho diario llevaba veinte años denunciando la infiltración de Gülen, mientras Erdogan –y otros antes que él– hacían oídos sordos. Sólo a partir de finales de 2013, cuando se rompe la colaboración entre ambos “islamistas moderados”, pasa el primero a ser considerado públicamente como “terrorista”.
Las contradicciones llegan hasta el punto de tener entre rejas a Ahmet Sik, periodista que hace un lustro pasó un año en la cárcel precisamente por escribir un libro de denuncia de Gülen, El
ejército del imán, cuya publicación fue entonces prohibida.
Cumhuriyet (República), periódico fundado por el padre de la Turquía moderna, Mustafá Kemal Atatürk, es un referente de la izquierda turca, diezmada por los precedentes golpes de Estado y hoy muy minoritaria. Aunque sólo contiene una página de información internacional, el mundo está esta semana atento a su suerte. A diferencia de docenas de publicaciones relacionadas con los gülenistas o el movimiento kurdo, Cumhuriyet no ha sido clausurado y ha seguido publicándose pese a la merma de personal, cuyos diecisiete rostros ilustran cada mañana un rincón de la portada. No es el caso, por ejemplo, del que fuera el diario más vendido de Turquía, Zaman, controlado por Gülen, conspirador al que ven detrás del intento de golpe de Estado de hace un año no sólo Erdogan, sino también periodistas imputados como Dündar. Este último ya fue condenado a 5 años de cárcel en el 2016, por haber filtrado secretos de la guerra sucia en Siria que atentaban contra “la seguridad del Estado”.
Aunque sigue habiendo medios potentes que cautelosamente apoyan a la oposición, el AKP de Erdogan está ahora en mayoría en los kioskos, gracias a las adquisiciones mediáticas de sus aliados en grupos de defensa, petroleras azeríes o constructoras que pugnan por adjudicaciones.
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