Nuestros abuelos
El próximo 26 de julio la Iglesia celebra la memoria de san Joaquín y santa Ana, padres de santa María, la Madre de Dios. En el siglo II apareció la tradición que dice que los padres de la Madre de Dios se llamaban Joaquin y Ana, y a partir de aquí surgieron varias versiones sobre su vida.
Sin entrar ahora en el contenido concreto de estas tradiciones, el hecho es que en este día de julio recordamos al padre y a la madre de santa María, a dos personajes que fueron los abuelos de Jesucristo y que, como fieles israelitas, esperaban que las promesas de Dios se cumplieran. Ellos seguramente educaron a Maria en esta misma esperanza y recibieron con gran gozo la noticia de que su hija sería la escogida para acoger al hijo de Dios.
Resulta curioso que, aunque en las tradiciones los nombres de los dos abuelos van siempre unidos, parece que en la devoción popular Ana siempre ha ido por delante de su esposo Joaquín. En Barcelona tenemos una muestra en el hecho de que una de las más antiguas y céntricas parroquias de la ciudad tiene como titular precisamente santa Ana.
¿Quién no recuerda a sus abuelos? Hasta no hace mucho, ellos tenían un papel importante en la vida y en el crecimiento de la familia. Incluso en edad avanzada, vivían con los hijos, los nietos y, a veces, también los bisnietos. Eran los testigos de una historia personal y comunitaria que se hacía presente en sus recuerdos y en su sabiduría.
Hoy la situación de los abuelos se ha visto afectada por los cambios que se están dando en la vida de las familias. Las personas mayores a menudo se sienten o son consideradas como una carga para la familia, cosa que las lleva a vivir solas o en residencias, con todas las consecuencias que se derivan de esta realidad. En cambio, a menudo, por la calle y en el transporte público, me complace observar a abuelos y abuelas que acompañan a sus nietos. Algunos abuelos, con sentido del humor, dicen que su profesión actual es hacer de canguro... Eso me consuela mucho.
Los abuelos son un tesoro del cual tendrían que disfrutar las nuevas generaciones, ellos son los grandes transmisores de la fe a sus nietos. San Pablo escribe a Timoteo, su hijo espiritual y fiel discípulo, y le recuerda la fe que aprendió de su madre y de su abuela: “Hago memoria de tu fe sincera, que ya tenían tu abuela Lois y tu madre Eunice. Tú la tienes igual, estoy seguro”. (2 Tm 1,5).
¡Cuántos cristianos y cristianas han recibido la fe gracias al testimonio y al anuncio de sus abuelos! De mi estancia como misionero en África recuerdo el gran respeto a los abuelos que tenían muchas de aquellas culturas. Tratamos de no perder este valor que también es tan nuestro. Que san Joaquín y santa Ana intercedan ante Dios por nuestros abuelos y para que sepamos reconocer, valorar y agradecer el bien que representan para nosotros y para nuestra sociedad.
Los abuelos son un tesoro para las nuevas generaciones; son los grandes transmisores de la fe a sus nietos