Tres generaciones de fotógrafas dialogan en la Fundació Setba
La muestra reúne obras de Joana Biarnés, Sandra Balsells y Laia Abril
Ha sido una idea feliz la de exponer conjuntamente las obras de Joana Biarnés, Sandra Balsells y Laia Abril, tres fotógrafas catalanas excelentes y representativas de tres generaciones muy diferentes. Y el resultado se puede contemplar en la Fundació Setba, en una muestra comisariada por Cristina Sampere. La selección incluye un conjunto de 14 fotografías de Biarnés (Terrassa, 1935) realizadas en los años 60, poco conocidas y creo que nunca expuestas. En otra sala se muestra una buena selección de la obra de Balsells (Barcelona, 1966), que comprende desde sus conocidas fotografías tomadas en el último decenio del siglo XX, durante la guerra de los Balcanes y la sangrienta desintegración de la antigua Yugoslavia, hasta sus últimas imágenes sicilianas, que son del siglo XXI, pero parecen escenas que tuvieron lugar hace más de medio siglo.
En el caso de Laia Abril (Barcelona, 1986), dado que suele presentar sus obras en forma de series y conjuntos fotográficos o de proyectos que también pueden incluir piezas textuales y videográficas, se ha optado por mostrar sólo una serie, The Epilogue (2013), centrada en las trágicas consecuencias de la bulimia. La exposición se completa con fotografíasrealiza das en un taller titulado De
l’ombra a la llum, donde las tres fotógrafas han trabajado con mujeres que han sido víctimas de sus parejas o de otras personas.
Esta exposición está siendo bastante más que una muestra de fotoperiodismo. Una actividad notable vinculada a ella ha sido la mesa redonda que se celebró el jueves pasado, conducida por Sílvia Omedes y con la presencia de las tres fotógrafas. Ahí se plantearon con naturalidad y sin pesadez algunas cuestiones importantes que a menudo se banalizan o se olvidan. Cuestiones como la función y la utilidad del fotoperiodismo o como la dejación o la resistencia frente al monopolio ideológico de las grandes empresas de comunicación. Y principalmente se planteó la cuestión del género en la actividad profesional de las mujeres fotoperiodistas o fotógrafas y su consideración en el canon fotográfico.
En esta ocasión quedó bastante claro que, junto a la inteligencia y el talento que siempre se exigen, estas tres fotógrafas tuvieron que añadir unas dosis extraordinarias de valentía y fortaleza moral. Especialmente Joana Biarnés, quien inició su actividad fotoperiodística en la muy machista España de la interminable posguerra franquista y fue recibida al principio como una intrusa merecedora de insultos. Era una moderna entre rancios, aunque en los medios periodísticos encontró también profesionales que supieron apreciar su obra y sintonizar con su extraordinaria y refrescante simpatía.
Ya en otra época, desde el 1991 hasta el año 2000, Sandra Balsells demostró su capacidad logrando algunos de los mejores reportajes internacionales sobre la guerra de la antigua Yugoslavia. Otra vez un suplemento de coraje compensaba los posibles prejuicios misóginos. La selección incluye, entre otras imágenes, una de las más icónicas de Balsells, donde se ve a una joven bosnio-musulmana, llamada Amra Efica, con el cuerpo malherido por la metralla. En la foto Amra parecía agonizar, pero sobrevivió y sigue en contacto con la fotógrafa catalana.
Mientras que Balsells considera que en fotoperiodismo no existe una fotografía femenina con una identidad de género distinguible de la realizada por hombres, Laia Abril está abordando en estos últimos años toda una serie de temas claramente de género, desde la anorexia y la bulimia en las chicas obsesionadas por la delgadez, hasta el aborto. Esta última serie constituye el primer capítulo de una historia de la misoginia que podría ser larga. Me extrañó que, en el coloquio, las ponentes parecían estar de acuerdo en que la historia oficial de la fotografía carece de obras icónicas realizadas por mujeres. Es cierto que hay muchos nombres por rescatar, pero no hay que olvidar que tanto Diane Arbus como Cindy Sherman son fotógrafas célebres. Por otra parte, desde las composiciones de Imogen Cunningham de los años 20 hasta el reportaje de Lee Miller tras la derrota nazi y desde las mejores portadas de Life de Margaret BourkeWhite hasta los reportajes de mundos marginales de Mary Ellen Mark o las imágenes realistas y mágicas de Graciela Iturbide, abundan los iconos fotográficos de autoría femenina. Y, que yo sepa, nadie ha fotografiado mejor a los niños jugando que Helen Levitt.
Eso sí, queda pendiente un reconocimiento adecuado de muchas fotógrafas. Por ejemplo, es necesario reconocer que la fotografía de Joana Biarnés de una mujer con indumentaria de cóctel en una fiesta de Madrid, realizada en 1964, está a la altura de las que realizó en esa época Diane Arbus. Y que su retrato de Carmen de Hohenlohe de 1965, con expresión melancólica y en un escenario palaciego y suntuoso, tiene una profundidad psicológica y social infrecuente en el fotoperiodismo internacional.
Fundació Setba. Pza. Reial, 10. Hasta el 22 de junio.