La Vanguardia

Adiós Luis Enrique, hola Valverde

El Barça inaugura hoy una nueva era al hacer oficial el nombre del sucesor del asturiano

- JUAN BAUTISTA MARTÍNEZ Barcelona

Si Ernesto Valverde (53 años), gran amante de la fotografía, mira por el objetivo de su cámara, podrá ver que el Barça que se pone en sus manos es un equipo de contrastes. Hoy el club debe hacer oficial su fichaje, y heredará de Luis Enrique una plantilla de calidad superlativ­a, pero con una renovación importante que afrontar. Con el mejor jugador del mundo y unos compañeros de delantera impresiona­ntes, pero también con carencias en el juego colectivo que hay que corregir. Con titulares solventes, y también desgastado­s, y unos suplentes discutidos. Seguro que nada de esto sorprende a este extremeño que se trasladó con su familia a Vitoria y comenzó un idilio con Euskadi, la tierra de su corazón, aunque Barcelona es casi como otra casa para él. En la capital catalana ha vivido seis años, cuatro como jugador y entrenador del Espanyol y dos como delantero del Barça. Ahora vuelve aquí para empezar una aventura difícil, como afirmó él que sería su próximo desafío cuando se despidió el pasado miércoles del Athletic.

Es una persona normal. Le encanta dialogar. Sabe generar buen ambiente en sus vestuarios. Trabaja con un talante moderado y discreto. Son etiquetas que acompañan su trayectori­a como entrenador. No es un técnico de los que Mourinho calificarí­a como “top” ni, pese a su breve pasado blaugrana (de 1988 a 1990), se le puede catalogar de persona con ADN Barça. Está a medio camino, y uno de sus grandes exámenes será el de intentar pilotar un vestuario con grandes egos y con costumbres instaurada­s desde hace muchas temporadas. “El fuego se apaga con agua, no con gasolina”, afirmó Valverde cuando cogió las riendas de un equipo volcánico como el Valencia en el 2012. Una frase que resume su filosofía, aunque no es lo mismo dirigir al Athletic, donde todos los futbolista­s hablan el mismo idioma, que trabajar en la Ciutat Esportiva del Barça, donde se mezclan muchos intereses y procedenci­as. En Bilbao realizaba algunos entrenamie­ntos enteros a puerta abierta, algo que ya no pasa en Barcelona.

En cuanto al sistema de juego, la táctica más habitual en sus temporadas en el Athletic ha sido el 4-23-1 con variantes. Por lo tanto, un doble pivote que en el Camp Nou es una especie de anatema desde los primeros meses de Rijkaard en el 2003. Lo que seguro que gusta más

LA FILOSOFÍA DEL NUEVO TÉCNICO “El fuego se apaga con agua, no con gasolina”, dijo Valverde cuando fichó por un volcánico Valencia

LA TÁCTICA Su sistema de juego más habitual en el Athletic ha sido el 4-2-3-1, un dibujo nada habitual en el Barça

es la presión alta que ordena a sus equipos y el hecho de que siempre intentan ser protagonis­tas.

Pese a su aspecto común esconde particular­idades y no le importa el qué dirán. En su etapa como jugador en Barcelona cursó estudios en el Institut d’Estudis Fotogràfic­s de Catalunya y desde entonces en los viajes del equipo (el Espanyol) llevaba una cámara. Entre eso y que lucía unas gafas redonditas, en el conjunto blanquiazu­l le empezaron a apodar Mortadelo. Era el Espanyol de Clemente, el que cayó en la final de la UEFA en Leverkusen en 1988, como luego perdería la del 2007 contra el Sevilla, ya con Valverde de entrenador. Conserva amistad con excolegas españolist­as, como Diego Orejuela o Pichi Alonso. Como amigo suyo es el escritor Bernardo Atxaga, autor del prólogo de Medio tiempo, un libro de fotografía­s de Valverde. Al extécnico del Athletic le encanta leer, pasear por el monte, ir en bicicleta (como a Luis Enrique) y también en moto. Está casado y tiene tres hijos. Una nueva era se abre para él y para el Barça.

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Luis Enrique y su hija Xana, en el Vicente Calderón, el pasado sábado
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JAVIER SORIANO / AFP

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