La Vanguardia

La crianza tranquila

Barcelona abrirá cuatro espacios familiares como el Cadí del Raval, que ofrece juego a los niños y conversaci­ón a los padres

- Barcelona C. FARRERAS

Corretean por la sala como si fuera su segunda casa. Un hogar externo acogedor, construido en madera y cristal, con vistas a un patio interior lleno de plantas. Un espacio tranquilo al que acuden las familias dos veces por semana, en mañanas o tardes, en grupos estables. Los niños se despegan de los adultos nada más llegar y escogen jugar a cocinitas, tocar los juegos de madera, los de agua o disfrutar en el magnífico arenal que tan bien conocen. Gemar, cuyos padres proceden de Filipinas, es el mayor, con 3 años. Decide explorar sus posibilida­des de juego. Abril, a punto de cumplir 2 años, juega con María, tercera de los hermanos de una familia marroquí.

El distrito de Raval ofrece este singular espacio familiar, el Cadí, del que ya hay cuatro en Barcelona de carácter público pero una decena más de titularida­d privada. Está situado junto a una escuela. El Ayuntamien­to ha anunciado la construcci­ón de un espacio familiar junto a cada guardería pública que se construya. Están pendientes las aperturas de Tres Tombs y Aurora, en el Eixample y Raval. Y para el 2019, los de Sants-Badal y Trinitat Nova. Algunos padres han escogido esta opción; otros, simplement­e, no obtuvieron plaza escolar.

En el Cadí coincide que todos los críos han venido con su padre mientras las madres trabajan, a excepción de Gemar, con ambos padres presentes, y de María, cuya madre cubre su cabello con un pañuelo. Sonríe dulce. “Aquí conozco a otras familias del barrio, me entero de muchas cosas que son importante­s para mí y para mis hijos”.

“Este no es un recurso pensado para conciliar”, indica Ana Zafón, directora del centro, que acoge a tres grupos estables de 14 familias que van dos veces por semana. “Pero tampoco es un lugar sin más: hay un trabajo psicopedag­ógico detrás de acompañami­ento a los menores y a sus familias”. Tres educadores, como David Aparicio, se ocupan con esmero de los grupos.

Los adultos se reúnen a esa hora de media mañana en una mesa con cafés y tés, pastas y zumos. Algunos trabajan en la hostelería, otros son autónomos y los hay también que han decidido atender la crianza. “Nos gusta la composició­n humana que se ha creado”, afirma el padre de Abril, argentino. “Refleja una realidad plural y heterogéne­a como es el Raval”. Diferentes procedenci­as socioeconó­micas y culturales y formas distintas de entender la vida”.

También se confrontan diferentes modelos de educar a los hijos. Hay quien defiende el colecho y otros que abogan por trasladar a los pocos meses al niño de su habitación. “En las conversaci­ones no damos respuestas cerradas”, indica Aparicio, “en la creencia de que todas las familias son competente­s y que, cuando los padres están bien, también lo están sus niños”. Explica que cuando se tiene un hijo se abren múltiples frentes que exponen al progenitor y le conectan con sentimient­os profundos y ritmos de respuesta distintos. “La seguridad del hijo, los abuelos, la relación de pareja, la elección de la escuela, el trabajo...”. El Cadí es, en este sentido, un espacio de reflexión, de “encuentro” con los otros, donde compartir experienci­as, dudas e inquietude­s y descubrir otras estrategia­s de crianza. También se hacen amigos.

La composició­n de los grupos refleja una realidad plural en cultura, economía y modelos educativos

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