Un pequeño gran hombre
MANOLO BAQUERO BRIZ (1929-2017) Arquitecto y catedrático de la Escuela de Arquitectura de Barcelona
El pasado 24 de abril moría en Barcelona Manolo Baquero Briz, arquitecto y catedrático de Dibujo de la Escuela de Arquitectura de Barcelona. Una figura clave de los mejores años de la Escuela, cuando todavía se dibujaba a mano y cuando el lápiz todavía era de grafito.
A menudo glosamos esos virtuosos años a través del recuerdo de profesores de proyectos como Moneo, Bohigas, Correa, Viaplana, Torres o Miralles, y nos olvidamos de que, para proyectar espacios, primero hay que imaginarlos con la herramienta que mejor fija el pensamiento: el dibujo. Y en eso, Manolo Baquero fue el principal responsable, inculcando su pasión y precisión a decenas de generaciones de estudiantes.
Pero sería un error pensar que Manolo Baquero era sólo un grandísimo profesor de dibujo. En su larga trayectoria, su virtuosísima mano fue la herramienta que le permitió aprehender y modificar la realidad y su propio destino. De su Zaragoza natal a la Barcelona de adopción, de aprendiz con don Regino Borobio a amigo y confidente de Coderch, de profesor accidental a catedrático de la Etsab, de principal aparejador de Mitjans en el Camp Nou a autor de la ampliación del Museo Thyssen de Madrid... El trazo de su exitosa trayectoria se entiende por un don natural y un continuo y tozudo adiestramiento de una mano analítica que todo lo dibuja y que todo lo proyecta.
Verlo dibujar era una lección y un relato. Sus dibujos se construían trazo a trazo, interpretando lo copiado y recordando lo imaginado. Siempre desde el conocimiento disciplinar del oficio constructor: ya fuera la sección acotada de un edificio o el paisaje de una de las imponentes montañas de su estimado Pirineo aragonés.
Sus miles de dibujos los plasmó en maravillosas libretas de faltriquera, así las llamaba él, por tratarse de una extensión de su propio cuerpo: una memoria portátil donde coleccionaba recuerdos y lecciones, a punto para ser compartidas en clase, en casa y en múltiples exposiciones, como en la que le dedicó la Universidad San Jorge y el Colegio de Arquitectos de Aragón hace tan sólo un año.
Manolo Baquero trabajó hasta el último día de su vida. Su incansable generosidad y responsabilidad le mantenía eternamente joven y predispuesto a atender a los alumnos que todavía tenía en la USJ y en los tribunales de Proyecto Fin de Carrera de la Etsab. Una semana antes de que su enorme corazón dejase de bombear a su pequeño cuerpo, estuvo impartiendo clases y corrigiendo proyectos siempre con la exigencia de descifrar los dibujos, entendidos como obras en sí mismas, desde donde escudriñar el relato intelectual y emocional que los produce.
Sus huérfanos, que somos muchos, añoraremos sus enseñanzas y su compañía y trataremos de llevarla pegada al cuerpo, cual faltriquera, con el deseo, según sus propias palabras, de que “lo vivido conserve la condición de presente, sin que la mímesis invada el arsenal de los recuerdos”. ¡Así seas para siempre, Manolo!
Aprendiz con don Regino Borobio y amigo de Coderch, verlo dibujar era una lección y un relato