Autores Nobelables
Un Perfecto Autor Nobelable (PAN) sería un escritor que aplicase el derecho de admisión a su obra literaria
Dos minutos después de anunciarse que Bob Dylan era el nuevo premio Nobel de Literatura ya volvía a correr por la red el link a un extenso artículo firmado por Alex Shephard en The New Republic una semana antes (6/X). Se titula “Who will win the 2016 Nobel Prize in Literature?”, pero el motivo de la redifusión es su glorioso subtítulo: “Not Bob Dylan, that’s for sure”. Más allá de la plancha, comenta las opciones de decenas de nombres y explica que la fuente de la clásica lista de aspirantes que trasciende cada año (Murakami, Carol Oates, Adonis, Ngugi, Marías) es la casa de apuestas Ladbrokes porque, a diferencia del Booker o el Pulitzer, la Academia Sueca no difunde listas de finalistas y practica un hermetismo de inspiración vaticana. Los nombres, pues, salen de las apuestas de los lectores, en un mercado paralelo al de los libros más vendidos que podríamos denominar el de los libros más valorados o prestigiosos. Conviene recordar que prestigio proviene etimológicamente de praestigium (impostura) y
praestigiae (ilusiones). Cuando anunciaron que el premio Nobel era para Dario Fo, fallecido el mismo día que Dylan era entronizado, se alzaron algunas voces que ponían en duda su valía literaria. Tanto el dramaturgo Fo como el cantautor Dylan (galardonado ya con el Pulitzer) pisaron muchos escenarios, y eso les hace unos Nobel de Literatura un poco excéntricos, igual como alguien podría considerar que lo fue sir Winston Churchill, que pisaba otro tipo de escenarios. ¿Todo escritor es Nobelable? Es una pregunta tan lícita como perversa. Las pocas (pero sólidas) voces contrarias a premiar a Dylan consideran que no, que Robert Allen Zimmerman no era Nobelable. ¿Quién lo sería, pues?
Un Perfecto Autor Nobelable (PAN) sería un escritor que aplicase el derecho de admisión a su obra literaria. Antes de adquirir algún volumen suyo, los aspirantes a lector deberían responder un cuestionario muy exhaustivo que el mismo autor (o su grupillo de acólitos) se encargaría de revisar y evaluar en el plazo máximo de un mes antes de dar el consentimiento, que podría ser comunicado al librero por e-mail o al lector en forma de clave de acceso al e-book. El buen PAN en muchos casos diría que no. De este modo, cualquier lector no podría adquirir y, por consiguiente, intentar leer sus libros, entre otras cosas porque un buen PAN siempre querrá conocer exactamente quiénes son sus lectores y cuál es su nivel intelectual. Tal vez, en un gesto de magnanimidad, propondrá que los lectores ya admitidos coopten a nuevos lectores fiables entre sus amistades. Sin embargo, estos nuevos aspirantes también deberán pasar por el test y por la aprobación del buen PAN, aunque, viniendo recomendados, se presupone que partirán con una cierta ventaja.