Franco regresa descabezado.
“Una afrenta”, dicen la oposición y Change.org; “1714 y 1939 son lo mismo”, replica la alcaldía
El Ayuntamiento de Barcelona instaló ayer junto al Born una estatua de Franco descabezada, en el marco de la polémica exposición sobre impunidad y memoria. En la inauguración se vivieron escenas de tensión.
El niño Francisco Paulino Hermenegildo Teódulo (siervo de
Dios, en griego) vino al mundo sin saber que viviría una eternidad decapitado por sus pecados y crímenes. Nació a las doce y media de la noche del 4 de diciembre de 1892, un sábado, en el 108 de la calle Frutos Saavedra, en El Ferrol. Ayer regresó a Barcelona.
Murió a las 5.25 horas del jueves 20 de noviembre de 1975, a los 82 años, 10 meses y 20 días. Pero Franco –llamado Francisco en memoria de su abuelo paterno, Paulino en honor de su padrino, Hermenegildo en recuerdo de su abuela materna y Teódulo porque era el santo del día– todavía siembra la discordia. Una exposición sobre él ha suscitado un alud de críticas, que ven una “afrenta” en la elección del escenario.
El equipo de gobierno municiincluye pal se ha quedado solo a la hora de defender Franco, Victòria, República: impunitat i espai urbà, que se podrá visitar hasta el 8 de enero en el Born Centre de Cultura i Memòria. La alcaldía quiere desacralizar y liberar este espacio de la visión casi monolítica con la que nació, como mistificación de 1714. El teniente de alcalde Gerardo Pisarello, que vivía en Argentina y tenía cinco años cuando murió Franco, inauguró ayer la exposición y agradeció la presencia de representantes de la Asociación de Presos Políticos, de Amical de Mauthausen y del Memorial Democrático de la Seat, entre otras víctimas de la dictadura. Pisarello dijo comprender las protestas y admitió que es una iniciativa “incómoda”, pero “más incómodo es olvidar la historia y la impunidad”. Ricard Vinyes y Manel Risques, respectivamente, comisionado de Programas de Memòria y el comisario de la muestra, insistieron en que “las bombas de 1714 son también las bombas de italianos y alemanes sobre Barcelona: la derrota de 1714 es la de 1939”.
La Sindicatura de Greuges de Barcelona, que tramita dos quejas ciudadanas, ha pedido información sobre la exposición. Una campaña en Change.org, remitida a esta institución cuando había recogido 9.500 firmas, reunía ya 9.793 al cierre de esta crónica. El grupo municipal de CiU critica la “banalización de un lugar tan simbólico como el Born” y califica los hechos de “despropósito”. ERC asegura que el Ayuntamiento pretende “normalizar la anomalía” y la CUP, “institucionalizar la desmemoria”. El PP y C’s tampoco respaldan al Ayuntamiento para no reabrir “heridas del pasado”. BComú defiende que se trata de “hacer pedagogía, en especial entre los más jóvenes, y romper el silencio sobre los crímenes del franquismo”. La iniciativa forma parte de un ambicioso proyecto de título revelador, Evocacions de la ruïna, que –además de documentales y conferencias– otra exposición sobre las torturas del franquismo, Això em va passar. Las estrellas de Franco, Victòria, República son tres obras de los escultores Frederic Marès (1893-1991) y Josep Viladomat (1899-1989), sobre las que brilla con luz propia la estatua ecuestre de Franco que este último artista realizó por encargo del alcalde Porcioles para el patio de armas del castillo de Montjuïc en 1963. En 1986, la estatua fue trasladada a una sala del castillo, entonces museo militar, después de que le cortaran una pierna (del Caudillo, no del caballo) porque no entraba por la puerta. Desde el 2008, una vez soldada la pierna –por cierto, la izquierda–, la obra acumulaba polvo en un almacén de la Via Favència, junto a otras esculturas y placas proscritas
LAS CRÍTICAS CiU, ERC y la CUP descalifican el lugar elegido y la muestra (un “despropósito”) LAS RAZONES El Ayuntamiento insiste en que hay que hacer pedagogía contra “la impunidad”
porque loaban el fascismo. En el 2013, en un caso aún no resuelto por la Policía, la efigie fue decapitada. Las cerraduras del almacén no fueron forzadas y el corte se hizo con una sierra radial, de forma limpia, como quería el doctor Joseph-Ignace Guillotin. ¿Una venganza o más bien, como todo parece indicar, un robo encargado por coleccionistas o nostálgicos? La cabeza aún no ha aparecido, en un final opuesto al de El vizconde demediado, de Calvino.
La estatua, que con sus sucesivas amputaciones es la mejor metáfora de ese proyecto de Evocacions de la ruïna que defiende el Ayuntamiento, lucirá unos meses junto a la puerta principal del Born Centre de Cultura i Memòria. Le acompañará la escultura de la Victòria, de Marès. Esta obra fue concebida en 1932 para homenajear a la Primera República, aunque en 1939 el autor la recicló (le tapó los senos: venían años crueles y pudibundos) para reconvertirla en una alegoría del triunfo de los golpistas. La Victòria presidió el obelisco de la plaza Cinc d’Oros, antes Joan Carles I, en la Diagonal, antes avenida del Generalísimo. En el 2011, en aplicación de la ley de Memoria Histórica, que no tuvo en cuenta sus orígenes republicanos, fue desterrada al patio de unas instalaciones del Museu d’Història de Barcelona en la Zona Franca.
El conjunto escultórico se completa con la recreación de la República, otra obra de Viladomat, que ha estado oculta la mayor parte de su ochenta años de vida. Esta escultura no se ha podido trasladar porque ahora es la seña de identidad de la antigua plaza Llucmajor, de Nou Barris recientemente rebautizada como plaza de la República. Pero su sombra se proyecta de forma simbólica sobre las dos estatuas, colocadas en peanas metálicas y sobre raíles que permiten acercarlas o alejarlas para un diálogo imposible: “¿Qué haces aquí?”, podría preguntar la una a la otra. No es el único símbolo de la exposición, que se cierra con la exhibición de un busto de Franco, del iconoclasta artista Eugenio Merino, denunciado en el 2015 por la Fundación Francisco Franco, una entidad que en países como Alemania estaría prohibida por la ley.
La exposición carga contra la permisividad con los símbolos de la dictadura incluso bien entrada la democracia. La estatua ecuestre de Franco estuvo a la vista hasta 11 años después de su muerte y no tiene el récord, lo que ratifica que el precio de la transición fue el olvido, como sostiene Gregorio Morán. Los visitantes podrán reflexionar también sobre esos “demócratas de toda la vida” que afloraron cuando murió el tiranosaurio. El entrecomillado es de Paul Preston, autor de una biografía monumental que vale su peso en oro, Franco, caudillo de
España. La estatua ecuestre parecería un remedo de La leyenda de
Sleepy Hollow, de Washington Irving si no fuera porque este descabezado medía 1,64 y tenía voz atiplada. Si tuviera cabeza, podría gritar: “Españoles, Franco ha vuelto”. Pero seguramente los niños que le escuchasen preguntarían: “¿Y quién es Franco?”. En el Born lo pueden averiguar.
EL ENIGMA La cabeza decapitada de la escultura de Viladomat es un misterio desde el 2013 LA SORPRESA Un busto del dictador, del iconoclasta Eugenio Merino, resarce a quienes quieran verlo