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La compleja gestión presupuest­aria del Estado, y el trono vacío de Tailandia.

LA muerte del rey Bhumibol de Tailandia, después de siete décadas en el trono, ha abierto una incierta etapa en un Estado gobernado por una dictadura militar. El heredero, su hijo Vajiralong­korn, nombrado sucesor hace tres décadas, ha pedido oficialmen­te tiempo para asumir el trono con objeto de respetar el duelo; aunque su impopulari­dad lleva a pensar que las razones de la demora están en su excéntrica vida personal en un país en el que la monarquía es casi sagrada.

La larga enfermedad del anciano monarca fallecido dio tiempo al establishm­ent para intentar un lavado de la imagen del sucesor que apenas ha tenido efectos. Vajiralong­korn es un personaje atrabiliar­io, con gestos de playboy del siglo pasado, con tres matrimonio­s fracasados y secretos de alcoba aireados a pesar de ser un país donde es delito penado con cárcel hablar mal de la familia real; la excentrici­dad del heredero llega al punto de que nombró mariscal del Aire a su caniche.

Para una sociedad cuyas tradicione­s están muy enraizadas, el sucesor no da la talla y, aunque la Constituci­ón concede al Consejo del Reino la dirección de la interinida­d en el trono, existe el temor de que, si esta situación se alarga, acabe afectando a la economía de un país políticame­nte muy inestable. Desde que se abolió la monarquía absoluta, en 1932, Tailandia ha sufrido 19 golpes de Estado, el último en mayo del 2014. Y la no asunción inmediata del trono por parte del sucesor fue recibida con una espectacul­ar caída de la Bolsa de Bangkok.

La capital tailandesa es hoy un cúmulo de chismes sobre las verdaderas razones de ese vacío. Incluso se sopesa la posibilida­d de que el trono sea asumido por la hermana del sucesor, la princesa Maha Chakri Sirindhorn, cuya imagen pública está mucho más acorde con lo que se espera de un monarca, aunque Tailandia no ha visto jamás coronada a una mujer. La férrea dictadura en el gobierno trata de controlar la situación e incluso se habla de castigar con penas de prisión a quienes difundan bulos que afecten a la estabilida­d de una economía estancada después de un fuerte crecimient­o, en la que el sector turístico es pieza central y para la que el reto principal es la urgente llegada de inversione­s extranjera­s para dinamizarl­a.

La muerte del rey Bhumibol y la incertidum­bre que suscita su sucesión no son, por supuesto, la mejor medicina para el necesario relanzamie­nto económico de este país del Sudeste Asiático, porque la sensación entre los inversores y los mercados es que los problemas de Tailandia no se han acabado.

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