Votos o diputados
Laura Freixas critica la actitud de los independentistas, que tras convocar unas elecciones que calificaron de plebiscitarias, esgrimen ahora razones legales para sobreponerse a la derrota en votos que sufrieron: “Los mismos que cuando una ley o una sentencia no les convienen se la saltan proclamando que la democracia está por encima de la legalidad, invocan ahora la legalidad para imponer su hoja de ruta a una ciudadanía que ha votado mayoritariamente en contra”.
El domingo que viene se cumplen cuatro años de un día que pareció histórico. ¿Se acuerdan? Diada del 2012: cientos de miles de personas tomaron la calle gritando “independència!”… Fue tan impresionante, y tan inesperado, que muchos, creyendo que el giro era irreversible, giraron a su vez. Intelectuales, partidos políticos, periódicos, descubrieron de pronto que eran independentistas y que estarían encantados de acompañar, o aún mejor, de encabezar, una marcha triunfal hacia el Estado propio. Cuatro años después…
Cuatro años después, ¿qué? Cuatro años y ya no sé cuántas votaciones después (autonómicas, nacionales, municipales, 9-N…), nos tenemos que rendir a la evidencia: una cosa es mucha gente en la calle, y otra, una mayoría de votantes. Esta es la gran cuestión: a la hora de la verdad, ¿qué porcentaje de la población catalana desea la independencia? Para saberlo, hace un año el presidente de la Generalitat convocó unas elecciones que definió como plebiscitarias. Lo dijo claramente: votar Junts pel Sí o CUP significaba sí; votar a cualquier otra lista quería decir no. Resultado: 48% de síes, 52% de noes.
Parece que quedó bastante claro: la mayoría no está a favor de la independencia. A pesar de lo cual, los independentistas siguen adelante. Su argumento es que, aunque no tuvieran mayoría de votos, la ley electoral les concedió una mayoría de diputados. Curioso argumento: los mismos que cuando una ley o una sentencia no les convienen se la saltan proclamando que la democracia está por encima de la legalidad, invocan ahora la legalidad para imponer su hoja de ruta a una ciudadanía que ha votado mayoritariamente en contra.
Y es que para los independentistas, sólo existen dos actores. De un lado, Catalunya: “pueblo”, “nación milenaria”, “país abierto”; del otro, España, “élite”, “poder”, “agresiva, intolerante, inquisitorial” (lo copio de los estatutos de la AMI). Queridas amigas y amigos indepes: en vuestro ensueño heroico, ¿no olvidáis algo?, ¿a alguien? ¿A más de la mitad de ese pueblo de Catalunya en cuyo nombre habláis, quizá? Que, por el motivo que sea (por escepticismo, sin ir más lejos), no somos independentistas. Pero que pase lo que pase políticamente vamos a continuar siendo vuestros vecinos, vuestros colegas, vuestros conciudadanos. Somos tan pueblo de Catalunya como vosotros. Y somos el 52 por ciento.