Rodrigo Duterte
PRESIDENTE DE FILIPINAS
Cuando más necesita a su aliado americano ante el expansionismo de China, el presidente filipino acaba de abrir toda una crisis diplomática con Washington llamando “hijo de puta” al mismísimo Barack Obama.
Se veía venir que al presidente de Filipinas, Roberto Duterte, su bravuconería le iba a causar problemas. Era previsible. Y el disgusto le ha llegado en el peor momento y con su mejor aliado. El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, canceló ayer la reunión que debía mantener con el mandatario filipino después de que éste le llamase “hijo de puta”, la noche del lunes en una declaraciones a la prensa. La crisis le llega a Duterte cuando más necesita el apoyo de Washington, ante el pulso que mantiene con China por una disputa territorial en el mar de China Meridional.
Obama decidió ayer poner firmes a Duterte después de que este le insultara el lunes por la noche para recriminarle que le critique su campaña de lucha contra la droga. “Debe ser respetuoso. No me haga preguntas sobre eso (la lucha antidroga). Hijo de puta, te insultaré en ese foro. Nosotros ya no somos una colonia de EE.UU. ¿Quién es este hombre?. Mi único patrón es el pueblo filipino”, dijo Duterte en unas declaraciones a la prensa local antes de viajar a Vientián, la capital de Laos, que acoge estos días la cumbre de los países miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean) y las reuniones de esta organización con EE.UU., China y Japón, entre otros países.
Este desencuentro entre los dos líderes llega en un mal momento para el dirigente filipino, que hace su debut en las reuniones internacionales en esta cumbre de Asean. Duterte necesita ahora más que ningún otro líder filipino el apoyo de EE.UU. Por una parte, para frenar las ansias expansionistas de China, después de que Pekín ha subrayado su negativa a aceptar el fallo adverso del Tribunal Internacional de Arbitraje de La Haya sobre el litigio que mantienen los dos países por una disputa territorial en el mar de China Meridional. Y, por otra parte, para que Washington mantenga su cooperación contra la lucha antiterrorista para frenar al grupo de Abu Sayaf, que se declara seguidor del Estado islámico, en el archipiélago filipino.
Estas razones fueron sin duda las que impulsaron ayer a la diplomacia filipinas a intentar subsanar el error de la víspera. El palacio de Malacañang, la sede presidencial filipina, emitió una nota en la que Duterte lamentaba sus
El conflicto llega en un mal momento para Filipinas, que precisa del apoyo de EE.UU. ante China
comentarios anteriores y señalaba que no pretendió en ningún momento lanzar un ataque personal contra Obama, por quien dijo sentir un “profundo aprecio y afinidad”.
De esta forma, Duterte pretendía corregir su exabrupto del lunes. Este día el mandatario filipino había dado rienda suelta a sus bravuconadas en respuesta a unas declaraciones de Obama, en las que éste mostraba su inquietud por el alto número de víctimas mortales que se cobraba su campaña antidrogas. Una violencia que ha provocado, desde el primero de julio, la muerte de 929 personas en operaciones policiales y más de 1.500 en ejecuciones extrajudiciales.
Unas cifras que impulsaron al líder estadounidense a señalar que era un asunto que quería discutir con su colega filipino en la reunión que pensaba mantener durante su estancia en Vientián. Una visita de dos días que le ha convertido en el primer presidente de EE.UU. que visita Laos y que le servirá también para reafirmar la estrategia de Washington en esta parte del mundo y para despedirse de los líderes del sudeste asiático. De todos, menos de uno, aunque Obama y Duterte compartirán mesa en la reunión que Asean mantendrá con el presidente estadounidense.