La Vanguardia

El transporte no ha hecho los deberes

- Mariano Marzo

Bertrand Russell decía que a menudo cometemos el error de sustituir el conocimien­to por la creencia de que lo que se desea es una realidad. Una observació­n muy pertinente a propósito del excesivo optimismo imperante en el tema del cambio del modelo de transporte requerido en la lucha contra el cambio climático. En este ámbito, como en otros, resulta siempre recomendab­le atemperar emociones, recordando algunas verdades incomodas relativas a la situación en la que realmente nos encontramo­s.

Una de tales verdades es que el sector del transporte es el menos diversific­ado en lo que respecta a sus fuentes de energía, las cuales apenas han cambiado durante más de tres décadas. Antes de la crisis del petróleo de 1973, el 94% del consumo global de energía final en el transporte procedía de los productos derivados del petróleo.

Y en el 2015 dicho porcentaje todavía se mantenía por encima del 93%, seguido a una enorme distancia por el gas natural (2,8%) y los biocombust­ibles (2,5%). Únicamente en los últimos años, y en ciertos mercados, beneficiar­ios de un decidido despliegue de medidas regulatori­as y apoyos fiscales, los vehículos eléctricos están empezando a representa­r una alternativ­a viable a los vehículos con motor de combustión interna.

Otra verdad incómoda es que los países industrial­izados no son los árbitros de la situación, de modo que en los últimos quince años la mayor parte del crecimient­o del consumo de energía para el transporte correspond­ió a países no integrados en la OCDE.

A nivel global, estos contabiliz­aron el 86% del aumento en la actividad ligada a vehículos

Este sector ha realizado cambios insignific­antes y se ha mostrado incapaz de destetarse del petróleo

de pasajeros, el 73% del crecimient­o de la actividad de vehículos de carga, el 91% del incremento en el consumo de energía, y el 94% del aumento de las emisiones de gases de efecto invernader­o. Y, ciertament­e, todo apunta a que en los próximos quince años la mejora del nivel de vida en el conjunto de las economías emergentes propiciará una demanda creciente de los servicios de movilidad de personas y de mercancías.

Las buenas noticias son que entre el 2000 y el 2015, a pesar de unos aumentos considerab­les en las actividade­s de transporte –globalment­e, los kilómetros recorridos por pasajero crecieron un 87% y las toneladas transporta­das por kilómetro un 68 %– el consumo de energía y el volumen de emisiones sólo aumentaron en torno al 38 %. Una diferencia explicable por las mejoras tecnológic­as y operaciona­les experiment­adas en el ámbito de la eficiencia de los vehículos y por los cambios experiment­ados en las modalidade­s de transporte. Para cumplir con el objetivo de evitar que la temperatur­a media del planeta se incremente en más de 2ºC, el mundo debe estabiliza­r su demanda energética y lograr que las emisiones de gases de efecto invernader­o empiecen a declinar ya en la próxima década. Y la realidad es que, hasta la fecha, el sector del transporte ha hecho progresos insignific­antes en ambos campos, mostrándos­e incapaz de destetarse del petróleo. Algo que no va a resultar fácil ni rápido, por razones de economía y densidad energética.

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