Polonia envía dos ministros a Londres por la muerte de un emigrante
Varsovia reclama garantías de seguridad para sus nacionales en el Reino Unido
El Gobierno nacionalista polaco se muestra tan preocupado por la suerte de sus ciudadanos emigrados a Gran Bretaña que la muerte de uno de ellos a manos de una banda de adolescentes en Harlow –al norte de Londres– hace una semana le animó a enviar ayer a la capital británica a los ministros de Exteriores y de Interior. Inicialmente, la primera ministra, Beata Szydlo, quiso enviar también al ministro de Justicia pero finalmente la delegación se limitó a dos miembros del Gobierno.
Arek Jozwik, de 40 años y residente en el Reino Unido desde el 2012, fue apaleado hasta la muerte por una banda de barrio el sábado 27 de agosto aparentemente por el mero hecho de hablar polaco. El miércoles pasado, la policía detuvo a seis adolescentes de entre 15 y 16 años, a quienes acusa de asesinato e intento de asesinato (el hermano de la víctima, también agredido, resultó herido)
“Todavía no sabemos si se trata de crímenes de odio, xenofobia racial y étnica o un acto de gamberrismo criminal”, declaró el ministro de Exteriores, Witold Waszczykowski: “Vamos a comprobar si no hay discriminación de polacos con respeto a otras nacionalidades, si hay garantías de seguridad. En la campaña por el Brexit se atizaron las pasiones agitando el peligro que suponen todos los inmigrantes. Queremos viajar para conocer la situación y ver si los polacos están a salvo”.
La expedición ministerial polaca llama la atención por lo desproporcionada con respeto al incidente que la motiva. En Gran Bretaña residen desde hace años al menos unos 800.000 polacos. La abrumadora mayoría vive y trabaja en paz y sólo excepcionalmente aparecen vinculados a hechos delictivos o luctuosos. Lo cierto, de todos modos, es que desde la campaña del Brexit los delitos racistas en el Reino Unido se han multiplicado por cuatro. No está claro qué resultados buscan obtener los ministros polacos con su visita, más allá de la propia demostración de la preocupación gubernamental por el destino de los polacos en el exterior.
El celo del Ejecutivo polaco en este asunto contrasta con el hecho de que justamente el actual gobierno nacionalista no cesa de atizar la desconfianza, le miedo y hasta odio y hostilidad hacia todos los potenciales inmigrantes, refugiados y en general extranjeros, pese a que el fenómeno es mínimo comparado con otros países de la UE, mientras abjura de la solidaridad que le reclama el resto de Europa para que acepte cuotas de refugiados. Las agresiones a los contados inmigrantes o refugiados que viven en Polonia se han vuelto moneda común en los últimos meses.