Un objetivo en común
Miguel Ángel Aguilar destaca cómo Mariano Rajoy ha logrado poner de acuerdo a todos los partidos salvo el PP en al menos una cosa: la necesidad de relevarle en el cargo, una opción que los populares temen porque “como decía el editorial del periódico Ahora, perdida la inmunidad del cargo, aparque al lado un coche celular para el traslado de Mariano Rajoy a Soto del Real, donde tan admirables colaboradores le han precedido”.
Todavía resuena aquel hallazgo del segundo Aznar, el aspirante impaciente, en las sesiones de control al Gobierno cuando insistía en resumir los años de gobierno socialista en paro, despilfarro y corrupción, y culminaba sus intervenciones con el lema de “¡Váyase, señor González!”. Más lejana queda la moción de censura de los socialistas a Adolfo Suárez debatida en el Congreso de los Diputados entre los días 28 y 30 de mayo de 1980, cuando el líder de la oposición dijo al presidente que con él nunca gobernarían. Vale la pena recuperar algunas muestras de ese antagonismo absoluto, de esa incompatibilidad a toda prueba que de vez en cuando jalonan nuestra historia política, ahora que en línea con el “¡Maura, no!” de 1909 aflora el ¡Rajoy, no!
Todos los grupos políticos con representación parlamentaria, incluido el de Ciudadanos, con el que había forjado un pacto de investidura, se han declarado contrarios a Mariano Rajoy, que comparecía en la segunda votación el viernes día 2 de septiembre como candidato del Partido Popular a la presidencia del Gobierno. De urgencia se reunió el comité ejecutivo del PP para escenificar un cierre de filas y proclamar el Rajoy o muerte, venceremos. Pero estos exorcismos son de corta duración y sabemos que la fugacidad de los propósitos es directamente proporcional a la intensidad con que se manifiestan. Además de que estamos prevenidos por el conde de Romanones cuando advertía: “Cuando digo nunca jamás, me refiero al momento presente”.
El pánico instalado en la Moncloa se refiere más que a la llegada del camión de la mudanza para trasladar los enseres que han dado calor de hogar a la frialdad de las estancias palatinas durante estos casi cinco años, a que, como decía el editorial del periódico Ahora, perdida la inmunidad del cargo, aparque al lado un coche celular para el traslado de Mariano Rajoy a Soto del Real, donde tan admirables colaboradores le han precedido. La mejor manera de que se vaya es insistirle en que se quede y convocar en su honor un homenaje de la nación agradecida. Atentos, que vuelve de China.