La Vanguardia

Playas solitarias

-

Mi primer día de playa siempre resulta sorprenden­te. El año pasado me quitaron la gorra azul de los Juegos Olímpicos de Barcelona ’92 que tenía en gran estima. Y este año he podido comprobar una faceta curiosa del comportami­ento humano.

A las nueve de la mañana estaba en la playa junto con mi esposa. Playa vacía, sol que no hace daño, agua tranquila, sillas playeras y una toalla para cada uno. Total, una maravilla. Pero a los cinco minutos veo a lo lejos acercarse a un grupo de parejas con niños, neveras, paraguas, grandes flotadores y enormes bolsas. A medida que se aproximaba­n, mi esposa y yo nos mirábamos cada vez más perplejos, y lo que nos te- míamos ocurrió. Con toda la playa libre, se instalaron silla con silla junto a nosotros. Desplegaro­n todo el arsenal, abrieron una fenomenal carpa y plantaron tres paraguas que al poco salieron volando junto a nosotros. Cacé uno al vuelo y se lo devolví advirtiénd­oles que con el viento son muy peligrosos. Su respuesta fue sorprenden­te: “Ciérrelo usted mismo y déjelo por ahí”.

Decidimos apartarnos diez metros y después, al ver como conquistab­an nuestro cedido terreno, nos fuimos. Sí, ya sé, los humanos tendemos a agruparnos, vivir juntos e ir aborregado­s, pero, por favor, en las playas solitarias, no.

JOSEP PAGÈS MARTÍ

Roda de Berà

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain