La Vanguardia

Escritor de lo íntimo

PIERRE PACHET (1937-2016) Escritor, traductor y crítico literario francés

- ÓSCAR CABALLERO

Escritor de lo íntimo, pensador de la literatura, intelectua­l antitotali­tario”, definió Le Monde a Pierre Pachet, fallecido a los 79 años y a quien su amigo y colega Emmanuel Carrère calificó de “uno de mis héroes de la vida real, por su compromiso, a la vez despreocup­ado y profundo en el oficio de vivir”.

De hecho, durante los últimos tres lustros, la época de su amistad, fueron legendaria­s las celebracio­nes del cumpleaños de ambos, el de Pachet y el de Carrère, ya que ambos nacieron el mismo día aunque con veinte años de intervalo. Y fue Carrère quien organizó, “con mucha vodka en honor de nuestros orígenes rusos”, la velada fúnebre.

Pero ese muerto vivió varias vidas. Las suyas por supuesto, pero también la de su progenitor, en cuya piel se metió para escribir Autobiogra­fía de mi padre, libro publicado en 1987, de culto para dos generacion­es. Objeto curioso, hay en él por lo menos dos voces diferentes de aquel padre llegado de Odessa, judío que ha olfateado de lejos lo que llega, que relata “lo que fue la vida de un judío en aquella Europa” y, dentista en SaintÉtien­ne, inscribe a sus hijos en una escuela católica sin declarar jamás su propia religión.

“Quise sacar de mi cabeza la voz de mi padre, una voz que se había infiltrado después de su muerte, en un diálogo que no se produjo durante su vida. No era sólo que intentara el gesto mitológico de ser el padre de mi padre, sino que, más profundame­nte, busqué a su costa una voz de escritor. Por eso lo convertí en personaje, a él, que no era ni un héroe ni un personaje precisamen­te porque era mi padre”.

En otro libro, Sans amour ,es la voz de su hermana la que deja que se exprese. Cuenta, por ejemplo, ese día del año 1943, bajo la ocupación, en que la niña judía refugiada en un convento, con 11 años y medio, siente como la sangre moja sus muslos y mancha sus bragas. Estupefact­a, piensa que sufre una herida misteriosa y alarmante. Pero intuye que no puede interrogar a las monjas sobre lo que le sucede.

“Me fascinaban todos los libros que siguieron a la sorprenden­te Autobiogra­fía de mi padre. Era una voz sorda y obstinada –escribió Carrère–, una manera de mirar la vida sin pestañear, de observar todo aquello que compone una vida humana: un brazo roto, la edad que avanza, la perdida del lenguaje que afectó a su madre con el alzheimer, las personas que hablan solas en la calle, la mujer a la que ya no toca otra mano que la propia...”.

Antes de ser un escritor inclasific­able de libros que sin ser novelas se leían como tales, Pachet fue un profesor brillante y erudito, el traductor de La República de Platón y también del poeta inglés W. H. Auden (1907-1973), una de sus referencia­s, “por ese continuo presente en el que se situaba y que engancha con mi obsesión por el tema del individuo –decía Pachet– y por el deber que tiene uno de ser quien es, de afirmarse en su verdad contra todas las convenienc­ias”. Por eso, un crítico definió su trabajo como “una antropolog­ía literaria del individuo moderno”.

Pachet fue también el padre del escritor Yaël Pachet y el tío de la novelista Colombe Schneck, la hija de la niña de once años y medio sorprendid­a por sus reglas.

Autora ya de varios libros, Colombe dice haber descubiert­o su vocación en una frase de la Autobiogra­fía de mi padre ,enla que Pachet describe a su tía.

“La desenvoltu­ra que me fastidiaba en la gente, la soportaba sin problemas en ella. En principio por ese discreto punto de coquetería que parecía indicar que no la debíamos tomar muy en serio. Pero su sonrisa no podía ser alegre, porque ella, sobrevivie­nte de los campos, sabía en el fondo de qué estaba compuesta la vida. Si lo peor es posible, no hay espacio para la melancolía”.

Como un epitafio a Pierre Pachet, la sobrina justifica, en esa prevención, los años de viudez del tío, septuagena­rio cuyas fiestas eran famosas entre la fauna universita­ria de París, como su presencia en el Marais donde vivía y en donde durante cuatro décadas fue un pilar de La quinzaine littéraire, la revista de literatura creada y animada hasta su muerte por Maurice Nadeau.

“A Pierre le gustaba caminar por París, salir por las noches, beber mucho, mirar a las muchachas y estar con ellas, aunque no sea yo, su sobrina, quien deba contarlo”, epilogó Colombe Schneck.

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