Un racista de libro
El Partido Republicano se debate entre la obligación de apoyar a Trump y la vergüenza por los insultos del nominado
“Ya advertí que esto podía pasar”, señala Marco Rubio sobre la actitud del candidato, al que, sin embargo, apoya Ryan vuelve a criticar la acusación racista de Trump a un juez, pero dice que no hay otra vía ante Hillary Clinton
Al nuevo Atila de la política estadounidense, conocido como Donald Trump, no le hace falta salir de casa para provocar estragos. Cada vez que abre la boca, un trumpazo.
Cuando su incontinencia verbal hace diana en el rival, esto es, en Hillary Clinton, las huestes conservadoras se regodean con su lengua viperina.
Pero su desmesura tiene tal proporción que incluso en su partido cunde el pánico. El magnate inmobiliario, haciendo honor a su condición de outsider, sigue sirviéndose de su ego para poner al borde del ataque de nervios a los republicanos un mes después de lograr ser el presunto nominado de los conservadores en la marcha hacia la Casa Blanca.
Entonces debía empezar el proceso de unificación, tras un periodo de primarias en el que degustaron las uvas de la ira. Los grandes líderes del partido –como Paul Ryan, presidente de la Cámara de Representantes, o Mitch McConnell, el del Senado– se taparon la nariz, miraron hacia otro lado por el bien del Partido Republicano (GOP) y le dieron su apoyo. Todo sea por ganar la presidencia. Sus esfuerzos, como los de tantos otros, parecen en vano.
El partido se halla consternado. El último alarde es la descalificación que el showman y estadista realizó del juez Gonzalo Curiel, que instruye uno de los supuestos fraudes de la Trump University.
“Lamento profundamente esos comentarios. Sostener que una persona no puede hacer su trabajo por su raza es lo que en los libros de texto se define como expresión racista. Creo que eso debe ser totalmente repudiado”.
Lo dijo ayer Ryan. Es la segunda vez que se muestra compungido en público desde que sufragó la semana pasada a “su candidato”, una vez que éste acusó al juez Curiel de prejuicios contra él por “ser de origen mexicano” y que, por tanto, debería recusarse en la investigación de su caso. El magistrado Curiel nació en Indiana y se crió en Chicago, de padres emigrados de México. El abuelo de Trump llegó de Alemania.
Hay condenas cargadas de simbolismo. “Si mi padre estuviera vivo, sería la primera vez que no votaría al nominado del GOP”, aseguró en un tuit Michael Reagan, hijo del gran presidente mito de los conservadores.
El senador Lindsay Graham, uno de los que salió peor parados de estas primarias, urgió a los republicanos a retirar su apoyo al candidato, oficioso hasta la convención de julio en Cleveland.
Hubo otros competidores que también se pronunciaron. “Por supuesto que es inapropiado atacar a un juez por su etnicidad”, sostuvo Ted Cruz. También de origen hispano, Marco Rubio, otro de los que miran a otro lado, replicó que la descalificación a Curiel “no refleja lo que es el Partido Republicano ni lo que somos como nación”. Y añadió: “Participé en la carrera presidencial y avisé que esto sucedería”.
Líderes como el senador John McCain o Kelly Ayotte han optado por esquivar el asunto. Se hallan en una posición difícil por cuanto se juegan en noviembre sus escaños en el Senado y en la Cámara de Representantes. Defender a Trump les aleja de las minorías, criticarlo les pone contra las bases blancas.
Los estrategas del partido hacen cálculos. Si el candidato continúa por esta senda –y tienen claro que contra más le digan que no lo haga, aún lo hará más–, los soñados apoyos de hispanos o negros se esfuman y recuperar la Casa Blanca suena a quimera.
“¿Creéis que la respuesta es Hillary Clinton? Nooo”, se preguntó y respondió ayer Ryan. Pero la ex primera dama corteja el voto de los republicanos menos radicales, asustados por el trumpismo.