Tiempos de pesimismo
UNO de los enunciados de Edward A. Murphy establece que “si algo puede salir mal, saldrá peor”. Repasando el sondeo del CIS, donde el 82,3% de los encuestados califica la situación política de “mala” o “muy mala”, se tiene la sensación de que el principal problema del país es de estado de ánimo. El momento político es interiorizado como peor que la situación económica, lo que refuerza esta idea. Es raro que, cuando España vuelve a crecer, la gente crea tan poco en el futuro. Posiblemente, el Gobierno está falto de relato, y probablemente de liderazgo. Lucien Jerphagnon es el autor de Elogio del pesimismo, un libro de citas, que se inicia con este prólogo: “Parece que todo va mal. De hecho, de mal en peor, si he de hacer caso a lo que escuché decir esta mañana.Y también ayer y antes de ayer, si no recuerdo mal. Algunos me han asegurado incluso que va mucho peor que el año pasado por esta misma época. Si es así, ¿qué podemos esperar del año que viene? Nada se ha solucionado desde mi infancia, de eso estoy seguro. ¿Cuándo ha oído alguien que las cosas iban mejor?”.
Es cierto que el ser humano no tiende al optimismo. Cada veinticuatro horas somos un día más viejos y el futuro siempre está lleno de incertidumbres, así que una parte de la humanidad siempre teme lo peor. Jerphagnon matiza que lo bueno del pesimista es que sólo puede recibir buenas noticias. Seguramente, el presidente en funciones debería ir con los datos del CIS en la mano a su próximo mitin para proclamar a los cuatro vientos que las cosas sólo pueden mejorar, que hemos tocado fondo con nuestras desesperanzas. Ignoro si el mejor de los mundos es el menos malo, pero estoy convencido de que mirar el mundo con esperanza no es un acto de temeridad, sino de supervivencia.