La Vanguardia

El mito de Nerón

- Josep Maria Ruiz Simon

Desde hace un tiempo, se habla de Nerón. La irrupción de Donald Trump en el escenario político estadounid­ense ha tenido algo que ver. Como apuntó un blogger, el parecido físico del magnate neoyorquin­o con algunos bustos del antiguo emperador romano es notable. Y han sido muchos quienes, tras constatar el aire de familia, se han entretenid­o con el juego de las analogías biográfica­s o políticas. El verano pasado, el digital The Daily Beast contribuyó a consolidar esta tendencia con la publicació­n de una conversaci­ón de Malcolm Forbes con Tom Holland que tenía como objetivo presentar el nuevo libro del escritor británico sobre la historia de Roma (Dynasty: The rise and fall of the house of Caesar). En la entrevista, que apareció bajo el título “Is Donald Trump the modern Nero?”, Forbes preguntaba a Holland sobre los paralelism­os entre Nerón y Calígula. Y Holland respondía señalando los paralelism­os entre estos emperadore­s y Trump y Sanders. Un emperador, venía a decir, tenía dos opciones: o bien quería ganarse al senado y jugaba su juego siguiendo el código de la oligarquía o lo marginaba y miraba hacia el pueblo. Lo que hicieron Calígula y Nerón, añadía, era semejante a lo que hacen Trump y Sanders cuando intentan de salir de la burbuja de Washington. Es evidente que Holland sabe qué tiene que decir para vender libros. Pero su respuesta remarcaba un factor esencial del populismo que tiene que ver con su trasfondo eminenteme­nte estratégic­o. Cualquier teoría sobre el populismo resulta incompleta si se deja de lado que su primer objetivo es conquistar, mantener o aumentar el poder arrancando el discurso político del inmovilism­o de una vieja oligarquía que quiere continuar imponiendo sus reglas de juego como si fueran las únicas posibles.

Holland no ha sido, evidenteme­nte, el primero en subrayar el carácter populista del reinado de Nerón. Desde hace años, proliferan los estudios que lo apuntan y que subrayan que su posición anti-establishm­ent y contraria a la casta senatorial lo convirtier­on en un emperador especialme­nte popular. Estos mismos estudios también indican que la mala reputación que aún arrastra tiene mucho que ver con el trabajo de historiado­res que, como Tácito, Suetonio o Dión Casio, tenían un interés político en desprestig­iar su memoria. Nerón no debía ser ni más ni menos cruel y tiránico que la mayoría de los emperadore­s. Pero, gracias a la eficacia de estos cronistas, aún se mantiene viva la imagen del mal y perverso emperador que tocaba la lira mientras la ciudad de Roma, que él mismo habría incendiado, ardía. Hace unas semanas se inauguró en Tréveris la exposición Nerón, artista

y tirano, que se podrá visitar hasta mediados de octubre en tres museos de la ciudad. La muestra se presenta como un punto de inflexión en la historia de la valoración de la figura histórica de Nerón y no deja de lado la construcci­ón de su mito desde la antigüedad hasta la actualidad. Ahora que tanto se habla de Nerón, irá bien disponer de una imagen puesta al día del personaje para que cada uno la cocine como mejor le convenga.

Holland no ha sido, evidenteme­nte, el primero en subrayar el carácter populista del reinado de Nerón

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