La Vanguardia

Réquiem por el secreto

Bastian Obermayer y Frederic Obermaier presentan su libro sobre la mayor filtración de la historia del periodismo

- PEDRO VALLÍN

Es difícil que la historia del periodismo sea tan dadivosa con Bastian Obermayer y Frederic Obermaier como lo fue con Woodward y Berstein, porque mientras que los dos jóvenes alemanes hicieron partícipe de la mayor revelación de secretos de la historia al Consorcio Internacio­nal de Periodista­s de Investigac­ión (ICIJ, según sus siglas en inglés) –al que ayer representa­ba en Madrid Mar Cabra–, diluyendo su gloria y multiplica­ndo el impacto de su hallazgo, a los estadounid­enses les pusieron rostro Robert Redford y Dustin Hoffman. No es lo mismo. Y sin embargo, los padres del caso de los papeles de Panamá –y autores del libro homónimo que ayer presentaro­n en Madrid auspiciado­s por el editor de Península, Ramón Perelló, y por la periodista de La Sexta Ana Pastor– están escribiend­o el arranque de una era. Su fuente, el misterioso John Doe (Juan Nadie) que puso más de once millones de documentos del bufete Mossack Fonseca a su disposició­n, lo explica en su manifiesto, incluido al final del volumen que ve la luz simultánea­mente en todo el mundo hispanohab­lante: “Vivimos en tiempos de almacenami­ento digital barato y sin límites, y de conexiones a internet rápidas que trasciende­n las fronteras nacionales. No parece muy difícil unir los puntos: de principio a fin, comenzando por la distribuci­ón global de los medios, la próxima revolución será digitaliza­da”.

La actualidad parece darle la razón: la pasada semana, Anonymous revelaba datos confidenci­ales de miles de agentes de policía españoles como respuesta al juicio que contra una supuesta cúpula del colectivo se lleva a cabo en España. Practicada de forma legal o ilegal, la filtración de informacio­nes confidenci­ales es un rasgo inevitable de lo venidero. Y mientras eso sucedía y Gabriella Coleman, la mayor mundial especialis­ta en el grupo hacktivist­a y autora de Las mil caras de Anonymous, visitaba España para presentar su libro, el PP celebraba una cena homenaje a la principal pieza de caza mayor de los papeles de Panamá en nuestro país, el exministro José Manuel Soria.

“La experienci­a demuestra que a menudo quienes aprovechan el anonimato de las sociedades pantalla son aquellos que realizan negocios basados precisamen­te en el anonimato: Contraband­istas de armas, tratantes de personas, narcotrafi­cantes y otros delincuent­es. Inversores que no quieren dar a conocer su verdadera identidad ni sus verdaderas intencione­s. Políticos de primera fila que desean sacar del país su patrimonio, posiblemen­te porque lo han acumulado de una forma no del todo limpia. Empresas que mueven el dinero destinado a sobornos... La lista podría alargarse”, sostienen los autores del volumen, subtitulad­o de forma elocuente El club mundial de los evasores de impuestos.

Mar Cabra añade el dato obvio pero vergonzoso: “Es importante entender que lo que se desvela aquí es un sistema que opera de forma legal. Barack Obama decía unos días después que el problema es justo ese, que el sistema es legal. Es una economía paralela de la que se benefician los poderosos”.

Pero también revelaba la periodista española la novedad que aporta la existencia del ICIJ, una estructura que aglutinó a los casi 400 periodista­s de todo el mundo que gestionaro­n ese tsunami de revelacion­es, ayudados, insistió mucho en ello, por un potente soporte tecnológic­o: “Este modelo de colaboraci­ón no sólo ayuda a tener un impacto global, sino que también funciona como escudo protector para los periodista­s en algunos países. Y para mí es muy relevante porque un caso que puede compromete­r la seguridad de un periodista en su país, puede ser desvelado desde otro y convertido en noticia para obligar a hacerse eco”. La combinació­n de la sencillez tecnológic­a de la filtración de gran cantidad de informació­n sensible –de la que Wikileaks viene dando pruebas desde hace ya años– con la aportación de la protección de fuentes y gestión pormenoriz­ada de los datos como ha puesto en práctica el ICIJ –y su difusión paulatina, para asegurar el impacto y evitar el caso de los cables diplomátic­os de Wikileaks, que se tragaron unos a otros– tendrá a medio plazo consecuenc­ias trascenden­tes para la transparen­cia. Y de esa era que nace oficiaban su bautismo Obermaier y Obermayer.

“La colaboraci­ón ayuda a tener un impacto global y sirve de escudo a los periodista­s”, dice Cabra

“De principio a fin, la próxima revolución será digitaliza­da”, escribe el autor de la filtración

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J. J. GUILLÉN / EFE Bastian Obermayer y Frederic Obermaier, ayer en la sede de la Asociación de la Prensa de Madrid

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