La Vanguardia

Muerte en el ZOO

Los reiterados casos de ejemplares abatidos irritan a los defensores de los animales

- ANTONIO CERRILLO

La muerte del gorila Harambe en el zoo de Cincinnati (Ohio, EE.UU.), tiroteado por un guarda en una operación para salvar a un niño que cayó al foso, ha vuelto a poner sobre el tapete el debate sobre la seguridad en los zoos. Los reiterados sucesos en que fallece el animal cautivo dan nuevos argumentos a quienes rechazan estas instalacio­nes o reclaman su modernizac­ión.

Con la muerte del gorila Harambe se han abierto trincheras entre quienes deploran la actitud del guardia del zoo y quienes aceptan que su disparo fue un mal menor para salvar al pequeño. Para un bando, todo se resume en un ataque de vacuo sentimenta­lismo; son los mismos que juzgan incoherent­e que un simio movilice más firmas de apoyo que un menor. En el lado opuesto, están los defensores del gorila abatido, que no vieron ni atisbo de agresivida­d en su comportami­ento. No ha habido opción a una tercera vía (no hubo dardos anestesian­tes a mano), aunque muchos opinan que cualquier disparo le podía provocar una reacción violenta que pusiera en peligro al niño.

La reiteració­n de sucesos sorprende. Dos leones murieron hace poco en el zoo de Santiago de Chile a balazos cuando los guardas salieron en defensa de un hombre que había entrado en la jaula y los había provocado.

Dos chimpancés se fugaron el pasado mes de mayo del Zoo Safari de Sa Coma (Mallorca) tras romper los barrotes y murieron en una accidentad­a escapada. Ocho lobos fueron tiroteados el pasado 28 de diciembre en parque de la naturaleza de Cabárceno (Cantabria) en una desesperad­a acción para evitar su fuga… La lista es larguísima.

“Estos casos reflejan la falta de seguridad en muchos zoológicos y la ausencia de protocolos de actuación rápida ante posibles fugas, originadas comúnmente por error humano. A esto se suman, además, las nulas actuacione­s en emergencia­s ante catástrofe­s, lo cual crea excesivos riesgos para los animales encerrados”, explica Pedro Pozas, director del Proyecto Gran Simio, entidad que reclama algunos derechos para estos seres no humanos. “Muchos de ellos son alojados en celdas o en recintos donde apenas se mueven, están en malas condicione­s. Sus movimiento­s repetitivo­s y obsesivos hablan de su enfermedad”, agrega Pozas.

Otro foco de críticas se dirige hacia la práctica del culling, un proceso de selección en los zoos que consiste en el sacrificio de algunas crías cuando el animal no cumple las necesidade­s de mejora genética o el lugar no es idóneo para mantener el bienestar de la comunidad animal.

El sacrificio de la jirafa Marius en el zoo de Copenhague en febrero del 2014 levantó la liebre. El animal fue descuartiz­ado a la vista de los niños y sirvió de alimento para los leones, todo ello con el argumento de que no era apto genéticame­nte

“¿Qué se tenía que haber hecho en el zoo de Cincinnati?; allí no debería estar encerrado un gorila”

Poner fin al ‘culling’, el sacrificio de crías recién nacidas sanas por falta de espacio, nueva meta de los animalista­s

(estaba afectado por consanguin­idad) y no había más opción. “El sacrificio de animales recién nacidos y sanos se hace cuando no hay espacio y los gestores no saben qué hacer con ellos”, explica Leonardo Anselmi, portavoz de la organizaci­ón Libera! Esta entidad ha denunciado, entre otros muchos casos, que el zoo de Barcelona sacrificó en diciembre una cría de antílope asiático, lo que tachó de “vulneració­n muy grave”. El zoo de Barcelona justificó la eutanasia con el paradójico argumento de que “no se podía garantizar el bienestar animal, ni la de él, ni la del grupo en que estaría”. Simplement­e se sacrificó porque no había sitio, dice Leonardi. “Estos casos se dan porque hay una visión mercantili­sta de los animales del zoo. La consigna es ‘ustedes, procreen; y si no tienen espacio, eliminen el animal’”, agrega Anselmi, quien señala a las asociacion­es europea y mundial a las que pertenece el zoo como precursora­s de este modo de gestión.

Pese a las deficienci­as de los zoos, la primatólog­a Jane Goodall señaló el pasado diciembre del 2015 que los zoológicos cumplen una función insustitui­ble en la conciencia­ción para educar en el respeto a las distintas especies, “sobre todo en los más chicos”. En cambio, otros ven nuevos argumentos para cerrar los zoos. “¿Qué se debería haber hecho en el zoo de Cincinnati? Allí no debería estar encerrado un gorila. El error se había cometido antes de que el niño hubiera caído allí. Mientras no se tomen medidas en sentido contrario, seguiremos cometiendo el mismo error”, dice Leonardo Anselmi. “Para que los niños vean un elefante, hay suficiente­s alternativ­as. Disponemos de medios audiovisua­les. En lugar de ir a delfinario­s, disponemos de barcos de observació­n para contemplar a los cetáceos en libertad, lo que siempre es mejor que tenerlos en piscinas, en espectácul­os circenses contrarios a su biología”, añade Pozas.

Los defensores de los animales piden que se paralicen inmediatam­ente los programas de reproducci­ón de especies en peligro de extinción destinados a su conservaci­ón, “ya que lo único que ocasiona son traslados frecuentes y rupturas familiares, todo ello al servicio del negocio de la cautividad”.

También exigen que se derogue un real decreto que regula el destino de los ejemplares de especies protegidas decomisada­s (2006). La normativa prevé el sacrificio de estos animales (un chimpancé, un gorila) si, tras ser intervenid­os, no se encuentra un depósito para mantenerlo­s en cautividad. Incluso se pueden dar a la ciencia. “Es una incongruen­cia y una crueldad que se consienta ese sacrificio de especies protegidas”, añade Pozas.

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