La Vanguardia

Rafael Ribó

PRES. DE LOS ‘SÍNDICS’ EUROPEOS

- Susana Quadrado

El Síndic ha sido elegido presidente europeo del Instituto Internacio­nal del Ombudsman, un cargo que ya ejerció hasta el 2012 y desde el que se intercambi­a informació­n y formas de actuar. La oficina se ubicará en Barcelona.

No voy a hablar de política. No es costumbre de esta columna, y nada ha cambiado aunque el 6 haya barrido al 5 como último dígito del año. Quede escrito desde la primera línea, más que nada para no confundir y para que las hordas de eruditos de la cosa no me lapiden por tamaña intrusión. Pero sí voy a hablar de Carles Puigdemont. No de su naturaleza política, sino de su peinado. Porque va con el sueldo de esta servidora ejercitar su pituitaria para que pueda oler lo que es tendencia. Y el president recién estrenado, más allá de arrasar en Twitter como trending topic, apunta maneras como it-boy de la política catalana.

Pensará el lector que hacemos una lectura superficia­l de la cuestión catalana, con la que está cayendo. Y lleva razón. Pero si en Estados Unidos hasta The New York Times se ha sumado a la locura mediática que se ha organizado por las botas de tacón del aspirante republican­o Marco Rubio, ¿por qué no podemos permitirno­s aquí ciertas ocurrencia­s? Corren tiempos frívolos donde la estética de la política es la política misma. Además, no deja de ser otra muestra de sexismo que el personal se harte a enjuiciar a las mujeres de la política catalana por su look (observen el juego que ha dado el flequillo borroka de la cupera Anna Gabriel) pero poco digan de los hombres.

Así que subámonos a las barbas del president. Perdón, a su revoltoso flequillo. Nada que ver con el de su mentor Artur Mas. Del recio corte escalado con una ligerísima caída sobre el occipital izquierdo hemos pasado a un cairel desgreñado y frondoso –todo él en libre desplome sobre la frente– que, por su longitud, debe ser apartado de los ojos abriéndose a ambos lados como una cortina. Basta un ligero movimiento de la bóveda craneal para que el pelo, a la altura del entrecejo, forme un curioso triángulo. Por él se cuela algún pensamient­o, que al salir retumba como un estruendo, mientras el resto permanece silente bajo el manto del flequillo. Se trata de un pelazo bíblico tal que el primer hombre sobre la faz de la Tierra antes de morder la manzana.

Si no fuera porque Puigdemont nació en Amer, una diría que viene de Liverpool. Como él se peinaban los Beatles en los primeros sesenta, cuando cantaban Love me do. Estilo mop-top, una variante del corte a tazón tipo casco. Psicodelia con un discurso LSD. No me negarán que algo de los Beatles tiene el molt honorable, aunque en su caso los mechones se rebelen contra la tiranía del cepillo. Una testa, en definitiva, que se nos aparece como metáfora de lo indomable.

Nadie en el Govern puede medirse con Puigdemont, en lo tocante a su resorte capilar. De hecho, sólo hay un flequillo que le va a la zaga: el de Anna Gabriel. Lo reconoció él mismo en su discurso de investidur­a. Salta a la vista que su melena es de las que ya no se ven por el mapa. Hay quien tiene las tijeras a punto por si acaso. Ya saben, Sansón.

Los mechones se rebelan contra la tiranía del cepillo y la testa se nos aparece como metáfora de lo indomable

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