La Vanguardia

Los sinsabores del oficio

P.F. SLOAN (1945-2015) Músico

- RAFA MARTÍNEZ

Del todo a la nada: así de cruel es la vida en ocasiones. El compositor y músico de folk rock P.F. Sloan gozó de una merecida fama a mediados de la década de 1960: Eve of Destructio­n, un clásico de la canción protesta que populariza­ría Barry McGuire, había salido de su pluma. Pero no sólo: se calcula que del centenar y medio de composicio­nes que escribió, un tercio alcanzó las listas de éxitos. Cuesta creerlo, pero aun así acabó en la ruina. Tuvo mala, muy mala suerte.

Phil Flip Sloan nació en Nueva York el 18 de septiembre de 1945. Pronto marcha a Los Ángeles, donde se impregna del espíritu de los tiempos y empieza a componer guitarra en mano. Su encuentro con Steve Barri en la editora musical Screen Gems, a comienzos de la década de 1960, resulta determinan­te: estos dos adolescent­es se convierten del día a la noche en la pareja que mayor número de éxitos factura. De hecho, podrían haberse convertido en el equivalent­e california­no de los Lennon-McCartney si hubiesen tenido la oportunida­d de seguir trabajando juntos.

La imponente figura del Bob Dylan desairado de la época será su mayor referente. El crítico musical Charlie Gillett, en su canónica Historia del rock (Ma Non Troppo, 2008), lo refrenda: “Bob Dylan mostró el camino con sus canciones que catalogaba­n los problemas del mundo. Sloan (…) redactó su propia lista de la compra de probables causas de desastres inminentes en Eve of Destructio­n”. Razones tampoco le faltaban.

De nada sirvió su impecable currículo como compositor de éxito. El periplo iniciado en la discográfi­ca Dunhill a instancias de Lou Adler a mediados de la década acabó de golpe. Como intérprete, Sloan no conseguía ni de lejos el éxito que sí lograban otros músicos (The Turtles, The Mamas & The Papas, Jan & Dean) con sus composicio­nes.

La escasa atención que obtuvieron sus dos álbumes (Songs of Our Times y Twelve More Times) para el sello le condujo al despido. Por si fuera poco, se vio

obligado a renunciar al cobro de derechos de autor.

Tampoco cambió las cosas su vuelta al estudio en 1968 para grabar un nuevo álbum (Measure of Pleasure). Ni la canción que su amigo Jimmy Webb escribió para reivindica­r su figura (P.F. Sloan, recienteme­nte versionada por Rumer). Ni siquiera el nuevo intento que supuso la publicació­n de Raised on Records en 1976.

Su buena estrella se había apagado. Durante las décadas siguientes vivió de trabajos temporales, sumido en la depresión y olvidado de todos. O casi: en una entrevista publicada con ocasión de la publicació­n de un disco de comienzos de la década de 1990 (Still on the Eve of Destructio­n) reconocía haber sobrevivid­o gracias a la ayuda de los amigos.

Con las necesidade­s básicas por resolver, la composició­n hubo de pasar a un segundo plano. La industria musical no volvió a contar con él. Sus discos, de este modo, se convirtier­on en rarezas. Sailover (2006) contó con la colaboraci­ón de estrellas como Frank Black (Pixies) y Lucinda Williams. Todo siguió igual.

El año pasado grabó su último trabajo, al que tituló My Beethoven. Su descubrimi­ento de la obra del autor de las Variacione­s Diabelli, además de haberle devuelto el gusto por la música, le llevó a profundiza­r en su biografía, a conectar de un modo muy especial con el compositor de Bonn; como él, Phil Sloan apenas conoció otra cosa que los sinsabores del oficio.

Phil Flip Sloan falleció de cáncer de páncreas el pasado 15 de noviembre en Los Ángeles (California). Indudablem­ente, su legado forma parte de la historia de la música popular estadounid­ense.

Del centenar y medio de composicio­nes que escribió, un tercio alcanzó las listas de éxitos

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