Frases lapidarias de las series
LOS GUIONES DE LAS SERIES DE TELEVISIÓN NO SÓLO BUSCAN ENTRETENER AL ESPECTADOR: CON DIÁLOGOS CASI LITERARIOS LO OBLIGAN A CUESTIONAR EL RETRATO HUMANO
El mundo como hogar para las buenas personas se antoja una idea muy naíf para la televisión. Es cierto que existen las comedias familiares, los físicos cuyas vidas giran alrededor de Star wars y superhéroes como The flash que pueden derrotar cualquier villano viajando atrás en el tiempo si hace falta. Pero si hay un pensamiento recurrente en las series dramáticas que ayuda a elevar el medio es que la bondad sirve de poco si no eres un poco espabilado y egoísta. Sólo hay que echar un vistazo a algunas de las mejores frases, que bien pueden servir como consejos para sobrevivir en un mundo hostil.
“No hay santos en el reino animal: sólo hay desayunos y cenas”, dijo Lorne Malvo cuando se instaló en Fargo. Noah Hawley, inspirado en su intento de resucitar la esencia de los Coen sin copiar los personajes, recogió un Emmy por su particular lucha del bien contra el mal. Lorne, que conste, era el reverso oscuro, un ser que observaba el entorno en busca de puntos débiles y beneficiarse de esta jerarquía. Pero lo interesante fue ver cómo Frank Underwood de House of
cards tenía el mismo punto de vista. “Un león no pide permiso antes de comerse una cebra. Los leones no pueden hablar y las cebras no escucharían”, sermoneaba el guionista Beau Willimon a través del político sucesor de Maquiavelo.
La bondad como signo de debilidad también marcó el inicio de
Juego de tronos, donde quedó claro que los personajes de moral más recta sufrían más. Eddard Stark entendía sus responsabilidades como señor de Invernalia y consejero del rey Robert Baratheon, pero de poco le sirvió la buena fe cuando los Lannister decidieron decapitarle en público. ¿Y quién debería ser el modelo a seguir de los Siete Reinos? Tyrion Lannister, que nació en la cuna correcta con el cuerpo equivocado, y aprendió a adaptarse a su incómodo estatus. “No olvides quién eres. El resto del mundo no lo hará. Llévalo como una armadura, y así no podrá ser utilizado en tu contra”, le dijo a Jon Nieve en el episodio piloto. Desde entonces ha salido casi ileso de cualquier aventura y hasta se ha posicionado como nuevo consejero de Daenerys Targaryen, la principal enemiga de su familia.
La autoría de esta frase en concreto no puede atribuirse a los guionistas D.B. Weiss y David Benioff que tampoco son ajenos al clamor crítico y subieron el pasado domingo a recoger un Emmy por la quinta temporada (una de las doce estatuillas, incluyendo mejor serie dramática). Los lectores de la serie de George R.R. Martin pudieron leer antes la frase en la primera novela. Pero sirve perfectamente para relacionar otro factor al auge de las series de televisión: no sólo hay claroscuros sino guiones con calidad literaria. Puede que los
catchphrases sirvan para crear más memes en las redes sociales pero pueden encontrarse decenas de series en televisión con diálogos dignos de atención y reflexión, que a menudo pasan desapercibidos por el ritmo de los episodios.
“Si lo único que hace que una persona sea decente es la esperanza de una recompensa divina, entonces, hermano, esa persona es un pedazo de mierda”, decía Rust Cohle en True detective, la serie escrita íntegramente por Nic Pizzolatto, que se forjó como novelista antes de pasarse a la televisión. El personaje de Matthew McConaughey, en realidad, no hacía otra cosa que exponer en voz alta el principal conflicto de la serie aclamada por la crítica. ¿Por qué una persona atea no podía ser moral? ¿Y por qué la sociedad convivía tan tranquilamente con seres que predicaban unos ideales y luego untaban de hipocresía? Este diálogo constante entre Rust y Martin Hart (Woody Harrelson) contribuyó a la conversación social del año pasado con unos espectadores que intentaban descubrir quién era H.P. Lovecraft y el terror cósmico. Y es que el vacío moral que presentaban los asesinatos de unas jóvenes indefensas invocaban los peores temores sobre la condición humana y el artificio de una sociedad enferma.
Tampoco hubiera sido extraño que el propio Rust hubiera parafraseado a Hannibal Lecter para expresarse con su compañero de patrulla. “¿Tengo que denunciarme a mi mismo como un monstruo cuando tú todavía te niegas a ver el que crece dentro de ti?”, le preguntó el doctor caníbal a su amigo Will Graham en Hannibal, que dudaba entre darle caza y entregarse por completo a sus perturbadores juegos. Era como si la televisión sólo hubiera adquirido la validación como arte al enfrentarse a los tabúes de la humanidad. Había series antes (¿qué pasa con Yo, Claudio?) pero la proliferación de series dirigidas a nichos más selectivos permitió abordar cuestiones más incómodas y de forma más explícita. Provocaron que la televisión no fuera el ruido de fondo mientras se comía sino aquello a lo que debía pararse mucha atención. Incluso en una serie de casos como Person
of interest hay perlas escondidas. “Aquí está el problema con los humanos: sólo pasan el rato, esperando que alguien les solucione los problemas. Pero nadie lo hará porque a nadie le importa”, decía Root en una frase que bien podría salir en medio de una sofisticada cena entre Hannibal Lecter, Rust Cohle, Sherlock Holmes y ella.
No es casualidad que los guionistas cada vez tengan más popularidad. Ellos son los reyes de la función entre los consumidores y con los discursos de sus personajes obligan a ver el mundo con una óptica entre realista y cruel. Adentran al espectador en el mal y le obligan a plantearse la verdadera esencia del ser humano. Y, de paso, ofrecen buenas frases para aquellos que busquen alguna cita para, por ejemplo, tatuarse.