La Vanguardia

“Las modelos simbolizan los valores de la sociedad”

No digo mi edad y así, como dijo un experto en geriatría en ‘La Contra’, nadie me prejuzga. De Barcelona. Sin hijos. Primero fui modelo; luego, pasando hambre, me doctoré en Sociología. Creo en la micropolít­ica: hay que dar herramient­as para que cada pers

- IMA SANCHÍS

Yo quería ser Barbie.

¡…! …Ganar dinero, independiz­arme y ser una mujer sexy y atractiva. Quería vivir en ese mundo fantástico y bonito que veía en las revistas. Ya. Pensaba que a través de ese mundo encontrarí­a mi identidad, pero cuando eres modelo no eres una persona, eres un producto y te tratan como una mercancía.

Ahora ser modelo con novio futbolista es lo más. Hoy esta profesión está ligada a la sociedad de consumo y a la importanci­a que se da a la apariencia física. El culto al cuerpo no es algo frívolo, equivale a todo un sistema de creencias.

¿Y las modelos lo representa­n? Sí. Nuestro cuerpo simboliza que nos adherimos a las normas. Si vas bien vestida, bien peinada y cuidada, significa que eres una persona responsabl­e, profesiona­l y fiable. Las modelos son el símbolo natural por excelencia de los valores culturales de la sociedad.

¿Un modelo de mujer? Y un cáliz neutro de valores culturales para hombres y mujeres, por ejemplo, la juventud, y no sólo por edad, sino por actitud: estar siempre dispuesto al cambio, a la velocidad, a buscar la euforia, la alegría.

Ya llevamos años con ese mito. En los años 50 las modelos aparentaba­n mujeres sofisticad­as, seguras de sí mismas y ricas; en los 60 los publicista­s lanzan la juventud como valor, porque la generación del baby boom había crecido y tenía poder adquisitiv­o.

¿Qué valores hemos añadido en este siglo? La competitiv­idad y la capacidad camaleónic­a, que es lo que se exige a los trabajador­es. Las modelos son el paradigma del trabajador ideal: dóciles, disciplina­das, mudas, adaptables y nunca son personas reales.

¿Y la delgadez? Es símbolo de autocontro­l. Y otro valor que representa­n es el ascenso de clase: a través del trabajo corporal y del consumo puedes salir de un barrio pobre y convertirt­e en una supermodel­o admirada y rica.

Yo en los anuncios veo mucha incitación al sexo. Si hubiera tanto sexo como prometen los anuncios y los productos, estaríamos más felices y consumiría­mos mucho menos.

Tacones que nos deforman los pies, pechos de silicona…, ¿esclavas de la cultura? La paradoja es que adoptamos esa cultura como algo deseable, y todos concurrimo­s en eso.

Qué maleables. El anuncio que mejor resume los valores de nuestro tiempo es el de One Million y Lady Million, de Paco Rabanne.

Él chasquea los dedos y a ella se le cae la ropa. Chasquea y consigue un descapotab­le, dinero, y cuando toca a la chica está se convierte en oro.

Como el rey Midas. Sí, como si ella fuera un fetiche de su poder. En el anuncio de Lady Million ella chasquea los dedos y tiene muchos admiradore­s, muchos zapatos, y le regalan un anillo, es decir, contrato de matrimonio, y al final hacen el amor en la cámara acorazada.

Impactante, sí. ¿Quién es el auténtico protagonis­ta de este anuncio?... El dinero, y ese es el valor fundamenta­l que encarnan las modelos hoy día.

Visto desde una chabola en India debe de ser alucinante. En un mundo donde la mayoría no tiene ni agua potable, que alguien gane lo que gana Gisele Bündchen, 35 millones de dólares al año por lucir su sonrisa, significa que ella es una diosa que está por encima del bien y del mal.

¿…? El glamur es como la liturgia del capitalism­o salvaje y las modelos, las sacerdotis­as máximas que se van sacrifican­do regularmen­te.

Diosas de quita y pon. A mí me dolía en el alma cuando vivía en las callejuela­s del barrio gótico, con la miseria que había y la represión franquista, ver aquellos anuncios de familias rubias y felices. “Yo quiero ser de esos”, me lamentaba, y eso es lo que sigue viendo la mayoría del planeta.

¿La feminidad sigue siendo cuerpo y la masculinid­ad mente? Sí, pero la modelo como paradigma social va más allá del género, representa la competitiv­idad extrema, el ganar más, ser la mejor, la más guapa, independie­nte, la que elige.

Ser el más listo es más relajado, sobre todo a partir de los 30. Para ellos tener al lado una modelo es un fetiche de éxito, mientras que para ellas su éxito es su propio cuerpo. Ellos muestran lo que pueden conquistar y hacer, ellas muestran lo que se les puede hacer. Y luego están los cuentos, como el de la Cenicienta, un clásico: la chica pobre y guapa que consigue ser una supermodel­o y casarse con un aristócrat­a.

¿La promesa es que comprando productos puedes transforma­rte? Sí, en alguien rico, hermoso, deseable, joven, erótico... El fotógrafo David Bailey decía que él cuando muriera quería ir a Vogue, ese mundo perfecto.

¿Alguna conclusión? Somos un producto de la sociedad en que vivimos, tomar conciencia te permite discernir si quieres seguir siéndolo.

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MANÉ ESPINOSA

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