El castigo ha sido a la marca
Aunque el PP siga siendo el partido más votado, ha sido el partido más derrotado. Aunque el PSOE siga con vida, no puede formar ninguna mayoría en solitario. Aunque CiU siga siendo la primera fuerza de Catalunya, ha perdido Barcelona, ciudad que “no podemos perder”, había dicho Artur Mas. Sólo puede cantar victoria la constelación que gira en torno a Podemos, seguida de Ciudadanos y otros partidos como Compromís. Es decir, los nuevos, que han mordido seriamente a los clásicos allí donde se presentaron. El resultado del PP, el partido que mayor poder acumuló en democracia, fue definido sonoramente por Rita Barberá con dos palabras: “¡vaya hostia!” No se puede hacer un resumen más irreverente, pero tampoco más elocuente.
En unas elecciones locales se puede entender el batacazo en una comunidad autónoma, en un municipio o de un candidato. Cuando el batacazo es general y prácticamente uniforme en toda la geografía, significa que lo han sufrido por igual los candidatos buenos y los malos, los simpáticos y los tediosos, los eficaces y las nulidades, los honestos y los corruptos. Se ha castigado a la marca. Se ha votado contra la marca. Se ha querido censurar lo que hace esa marca. Y se le ha enviado el mensaje nítido: o cambia o se le puede echar del poder. Ese es el mandato de fondo. El resto, literatura de entretenimiento.
Está clarísimo en los resultados del Ayuntamiento de Madrid. Después de 24 años de mayoría absoluta, con bajos impuestos, obras abundantes, ineficacia de la oposición y dominio mediático de la candidata, la señora Aguirre es humillada por una aspirante desconocida por el gran público, que encabeza una lista primeriza y que no tiene más encanto que el respaldo de Podemos. Sólo se explica por la traducción práctica de algo que vienen denunciando los medios: el hartazgo de una política de números sin alma y las secuelas de una recuperación que está dejando un país socialmente más injusto. Región a región y municipio a municipio, ha ocurrido algo parecido. Y el pacto social del domingo es el de volver a mirar a la izquierda en busca de otro estilo y de mayor igualdad.
Hará mal, por ello, el PP si sigue entonando el himno triunfal de partido más votado. Cuando se toma la pendiente de caída, lo más probable es caer. Y hará mal el PSOE si se considera el gran beneficiado. Pedro Sánchez tiene una alegría provisional. Se abre ante él la batalla de la hegemonía de la izquierda, con un competidor correoso y eficaz. La realidad de hoy es que ninguno de los dos grandes puede gobernar nada sin el apoyo de otros, por primera vez en los últimos 37 años. Esa es la agonía del bipartidismo. En noviembre sabremos si es también la agonía del viejo sistema.
Pedro Sánchez tiene una alegría provisional, se abre ante él la batalla de la hegemonía de la izquierda