La Vanguardia

La seguridad contra el terrorismo y el lujo que atrae a los ladrones de joyas

- S. LLOPART

Con Francia bajo la alerta terrorista desde los atentados del pasado enero, un complejo sistema de protección se ha implantado en Cannes. En estos momentos la cubren, especialme­nte en el centro y en la proximidad del Palacio de festivales, sede del certamen cinematogr­áfico, cerca de 500 cámaras. Pero no acaba ahí la cosa. Durante estos días, unos 500 policias patrullará­n por sus calles, apoyados por cuatro compañías en la reserva, por si acaso son necesarios. Y eso sin contar con el gran número de empresas de seguridad privadas, contratada­s por las estrellas y sus representa­ntes.

Algunos de los policías se pasean con arma de fuego en bandolera. Lejos del bullicio. Se intenta que se note poco su presencia, dicen las autoridade­s. Se notan, es cierto. Pero la verdad es que de momento la seguridad no es más opresiva ni más intimi- dante que en ediciones anteriores. Ademas, la bahía de Cannes está rodeada por barcos de vigilancia; los drones de vigilancia no vuelan por el cielo de la ciudad, y las principale­s carreteras de entras y salida se vigilan constantem­ente.

Y a pesar de todo, nadie detiene a los ladrones, nunca. Tan abundantes en la ciudad, bromea la prensa local. Hace poco más de una semana unos ladrones encapuchad­os se colaron en una tienda de Cartier , en la misma Croisette, el bello paseo que rodea la bahía, y se apoderaron de un botín de unos 17 millones de euros, según Cartier. Los entendidos en robos cinematogr­áficos comparan ese osado golpe, a la luz del día, con algo parecido al que perpetraba Lino Ventura en Feliz Año Nuevo, un filme de 1973 que también transcurrí­a en Cannes.

El cine, siempre el cine. Como ocurría en el famoso golpe que tuvo lugar durante el festival de 2013, cuando un ladrón solitario se apoderó de más de 140 millones de euros en joyas en el hotel Carlton, allí donde Hitchcock rodó Atrapa a un ladrón en 1955. Aunque luego se dijo que buena parte de aquellas joyas robadas eran falsas, bisutería fina.

Cannes es tierra de ladrones: la alfombra roja los atrae como atrae a cientos de curiosos todos los días. La culpa es de personajes como Francois-Henri Pinault, el profeta del lujo, que sabe que esa alfombra es la mejor promoción posible y la han elegido como la mejor promoción.

El millonario francés con participac­ión en marcas como Gucci, Saint Laurent, Brioni o Stella McCartney es dueño de un imperio que vale billones de euros. Dicen que está aquí,en Cannes, por la alfombra roja, pero también porque su mujer, Salma Hayek, es una de las protagonis­tas de El cuento de los cuentos, el filme en inglés –no podía ser de otra forma en este festival– que dirige el italiano Matteo Garrone.

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