Asesinados en Karachi 45 chiíes ismailíes seguidores del Aga Khan
Los terroristas matan de un tiro en la cabeza a los pasajeros de un autobús
El terrorismo sectario de origen suní va en aumento en Pakistán, incapaz de proteger a las minorías
Seis terroristas asaltaron ayer en Karachi un autobús cargado de chiíes ismailíes y asesinaron a 45 de un tiro en la cabeza antes de darse a la fuga en las tres motos. Cuatro o cinco pasajeros sobrevivieron con heridas graves y una chica, que consiguió esconderse, salió indemne.
El grupo Jundullah, una escisión del Movimiento Talibán de Pakistán (TTP) afín al Estado Islámico (EI), se ha atribuido la matanza, que supone un golpe durísimo para la comunidad ismailí, cuyo líder es el cuarto Aga Khan, el príncipe Karim.
Los ismailíes, una comunidad acaudalada y relativamente liberal, había logrado hasta ahora esquivar la persecución que sufren otras minorías musulmanas en Pakistán.
El autocar rosa asaltado ayer era propiedad de la urbanización Azhar para ismailíes millonarios, un complejo de lujo y arquitectura de vanguardia que cuesta imaginar en una metrópolis con tanta miseria y violencia sectaria como Karachi.
En Garden East, un barrio de tradicional mayoría ismailí, han aparecido pintadas a favor de los talibanes y de grupos terroristas antichiíes como Sipah-e Muhammad, lo que ha aumentado la sensación de inseguridad hasta el punto de que el único parque de la zona ha sido tapiado. Los ismai- líes con recursos huyen a otros barrios más ricos y mejor protegidos, o se van a otros países. Su lugar lo ocupan los más pobres y vulnerables.
Desde hace al menos tres años, el terrorismo golpea a los ismai- líes en el norte de Pakistán, en Chitral, Gilgit-Baltistan y Balochistán, donde los chiíes de la etnia hazara también son blanco del sectarismo. Los autobuses con los que van de peregrinaje a Irán son un blanco fácil.
Lo mismo puede decirse de las mezquitas chiíes. Un atentado el pasado enero en la Shikarpur dejó a 61 muertos.
El Aga Khan, que nació en Ginebra y que reside habitualmente en Francia o Inglaterra, ha condenado el atentado. Todos los ismailíes –quizás quince millones, la mayoría en el subcontinente Indio– tienen la obligación religiosa de dar una parte de sus ingresos al Aga Khan. Una parte sustanciosa sirve para financiar obras filantrópicas y el resto se va en el extravagante estilo de vida del Aga Khan, aficionado a la cría de caballos y a las bodas y divorcios con hermosas occidentales. En Bombay, epicentro del ismailismo, todavía se re- cuerdan los cumpleaños del tercer Aga Khan, abuelo del actual, que solía celebrarlo regalando a la comunidad su peso en oro y diamantes, libre de impuestos.
El 20% de la población pakistaní es de origen chií. También era chií el fundador del país, Ali Jinnah. El fundamentalismo suní, sin embargo, va en aumento y mantener el equilibrio no es fácil.
Arabia Saudí, que tiene lazos con los talibanes, intenta que Pakistán envíe tropas a luchar en Yemen contra los rebeldes hutíes, de origen chií, pero el Parlamento se ha opuesto.