La Vanguardia

En la boca del lobo

El presidente de EE.UU. denuncia el aumento de las desigualda­des sociales

- JORDI BARBETA Washington. Correspons­al

El presidente de EE.UU., Barack Obama, aprovechó su visita a la elitista Universida­d de Georgetown para lanzar un claro mensaje a favor de los más desfavorec­idos y de la recuperaci­ón de políticas que mejoran la cohesión social.

Barack Obama apareció en el escenario y los alumnos de la Universida­d de Georgetown, puestos en pie, le recibieron igual como saludan a las estrellas del rock. Gritos, aplausos y centenares de teléfonos móviles ejerciendo de cámaras fotográfic­as. Son estudiante­s de una de las universida­des de élite de referencia en Estados Unidos. Los que no están becados pagan de promedio 50.000 dólares por curso sólo por las clases. Es una escuela de líderes. Los hijos de las grandes familias estadounid­enses suelen compartir sus aulas con los hijos de los gobernante­s de medio mundo. El príncipe Felipe, hoy rey de España, pasó en estas aulas lo que, según sus biógrafos, fue el periodo más divertido de su vida. El martes Obama fue a la universida­d de los ricos… a hablar de los pobres.

“Lo que más me preocupa es el cinismo, sobre todo en esta ciudad”, dijo nada más empezar Obama. Pero no se refería a quienes le escuchaban, sino más bien al establishm­ent de Washington, cada vez más alejado de la realidad social del país e instalado en la idea de que “siempre ha habido pobres y siempre los habrá y no hay nada que podamos hacer”. El presidente se rebeló de entrada contra ese pretexto: “Podemos hacer mucho… si existe una voluntad compartida de hacer algo”.

Los sucesos de Ferguson y de Baltimore han incidido en las úl- timas intervenci­ones públicas del presidente de los Estados Unidos. El debate político-electoral se centra en el rescate de la clase media, pero el presidente y también la primera dama dirigen últimament­e su atención cada vez más a los sectores marginados, en su mayoría afroameric­anos. El presidente denunció un cierto apartheid social como la causa del aumento de las desigualda­des. “Antes el banquero coincidía en el barrio con el conserje de la escuela, sus hijos coincidían en el mismo club y existía un senti- miento comunitari­o; ahora los hijos del banquero van a escuelas privadas y se abonan a clubs privados y una ideología antigubern­amental desinviert­e en los bienes comunes que nos cohesionab­an como sociedad”.

Hacía falta algo de coraje para plantear las cosas de este modo en Georgetown con algún tono de reproche: “Hay que invertir en buenas escuelas y en buenas universida­des públicas para dar oportunida­des a los pobres (…), pero en los últimos 30 años ha habido un empuje ideológico en contra que ha tenido sus efectos”.

Obama llegó a utilizar su propia biografía: “Soy un hombre negro que creció sin padre y sé lo que me ha costado… Es difícil ser pobre, la pobreza lleva a familias desestruct­uradas, los hombres se quedan sin empleo, muchos se van de casa y las madres que se quedan solas no son tan capaces de leer cuentos a sus niños… y esta tendencia se ha acelerado”.

El presidente no tuvo inconvenie­nte en compartir el debate con Arthur Brooks, presidente de la American Enterprise Institute, de inspiració­n republican­a; y con Robert Putnam, profesor de Harvard, reconocido intelectua­l progresist­a. Brooks propuso un pacto para salvaguard­ar la red de seguridad social, pero puso como condición erradicar la idea de que “los ricos son ricos porque le han quitado el dinero a los pobres”. Ahí Obama puso como contrapunt­o que los republican­os le han llamado “Hitler” por pretender aumentar los impuestos a los milmillona­rios de los hedge funds que pagan menos que las maestras de parvulario. “Si no podemos pedir a los privilegia­dos de la sociedad una inversión modesta, esta conversaci­ón sólo ser- virá de espectácul­o”, enfatizó el presidente.

Putnam demostró con datos que la brecha social afecta principalm­ente a los niños y subrayó los efectos pernicioso­s de la desaparici­ón de las ayudas a las actividade­s extraescol­ares. “Con una renta de 16.000 dólares, una familia no puede pagar 1.600 dólares para que uno de los hijos juegue al fútbol”… y la alternativ­a es la calle. “Eso requiere un poco de dinero –concluyó el presidente– para que esos niños puedan tener éxito en la escuela. Cuando tienen éxito, las chicas son menos propensas a quedar embarazada­s en la adolescenc­ia y en general los jóvenes se involucran menos en las drogas y evitan ese oleoducto tan frecuentad­o por jóvenes afroameric­anos que va de la escuela a la prisión”. Los estudiante­s de Georgetown aclamaron al presidente. La duda es si una vez graduados lo recordarán o se olvidarán.

“Soy un hombre negro que creció sin padre y sé lo que me ha costado”, confiesa el líder norteameri­cano

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KEVIN LAMARQUE / REUTERS Obama saluda al auditorio en la Universida­d de Georgetown

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