El tridente y el muro de Berlín
Los tres delanteros blaugrana intervienen en los dos goles y Ter Stegen para al Bayern en los momentos decisivos
Es un buen día para un milagro”, titulaba un periódico local. El quiosco, situado cerca de Marienplatz, núcleo turístico de Munich, lugar de concentración de la mayoría de los aficionados barcelonistas y ubicación de Frauenkirche, la catedral donde resposan los restos de Benón de Meissen, patrón de la ciudad. Si alguien podía cambiar el signo de la eliminatoria era él. Los seguidores del Bayern creían en su equipo, en su entrenador, en la intercesión celestial. 4-0 pronosticaba la mayoría de los entrevistados a pie de calle, y el Allianz Arena quedó sugestionado por la fe colectiva. Atestado, tenso, una liturgia espectacular antes del partido proclamó que iba a jugar la principal potencia futbolística alemana. “Una ciudad, un sueño” fue el lema del majestuoso mural. ¿Quién dijo que los alemanes son fríos y calculadores? Aquello era una auténtica locura, un neurasténico festival de proclamas, cánticos, botes, silbidos, protestas…
Las costuras del majestuoso estadio se descosían y cuando marcó Benatia, el cuarto gol de córner que ha recibido el Barça esta temporada, estuvieron a punto de reventar. Si había algún espectador del Bayern escéptico se convirtió en ese momento. Instante en el que se rompió la serie de 25 goles marcados por el equipo de Luis Enrique sin haber encajado ninguno. El ambiente, infernal, y el golpe temprano pudieron haber desconcertado al equipo visitante, cuyos 3.000 seguidores no conseguían hacer escuchar sus gritos de ánimo. Parecía que los 500 kilómetros que separan Munich de Berlín se habían acortado un poco para el Bayern.
Pero el pico de euforia duró lo que tardó el tridente en empatar y Ter Stegen en convertirse en el muro de Berlín. El joven portero alemán, muy silbado, desbarató numerosas oportunidades del Bayern. Espectaculares sus vuelos para desviar testarazos de Müller y Schweinsteiger. Majestuosa su intervención en un po-
Messi habilita en profundidad a Suárez, que avanza y sirve para la sentencia de Neymar ¿Quién dijo que los alemanes son fríos y calculadores? El Allianz fue un infierno permanente
tente disparo de Lewandowski desde el corazón del área, que desvió en primera instancia y reaccionó acto seguido para sacar de un manotazo la pelota de la línea de gol en el último suspiro. “¡Ya lo digo que tenemos porte- ro!”, exclamaba Màrius Carol en los comentarios del partido en directo que un grupo de periodistas y expertos efectuaron en la web de La Vanguardia. “Hay que volver a fichar a Zubi”, ironizaba Sergi Pàmies en alusión a que fue el exdirector técnico quien capitalizó el fichaje del portero del Borussia Mönchengladbach. Ter Stegen tiene que levantar otro muro en Berlín el 6 de junio.
Y el tridente tiene que derribar el muro del Real Madrid o del Ju-
ventus, el que se haga acreedor de viajar a la capital alemana. Ayer cumplió a pedir de boca. Messi envió un pase en profundidad a Luis Suárez y el uruguayo, generoso, asistió para el gol de Neymar. Por fin se escucharon voces barcelonistas en las gradas del Allianz. Catorce minutos después, Messi peinó en el centro del campo un servicio largo de Mascherano y volvió a dejar solo a Luis Suárez, que avanzó y volvió a efectuar el pase definitivo a Neymar. A cosas como esta se refería Guardiola cuando dijo que el Barcelona tiene el mejor contraataque del mundo. Fue el noveno gol del brasileño, que ha marcado en los últimos siete partidos, en la Liga de Campeones. Neymar totaliza 37 dianas esta temporada, una más que las que firmó Eto’o en la temporada del triplete. Un trío de trofeos que vuelve a ser posible en buena parte gracias a la aportación de Suárez, autor de 24 goles y 20 asistencias este curso y fichaje también atribuible a Zubizarreta, ¿verdad Pàmies?.
Total que en el intermedio el Bayern estaba mucho peor que al comienzo. La distancia hasta Berlín había incrementado a cinco goles y sólo tenía 45 minutos para recorrerla. Imposible, aunque el mismísimo Benón de Meissen se hubiera presentado en el estadio. Por eso en la segun-
da parte decayó el espectáculo, el Barça se dedicó a dejar correr el reloj y no de dio importancia a conseguir la décima victoria consecutiva en Europa. Perdió, pero no vio peligrar su cuarta final de Champions en diez años después de dejar en la cuneta a los campeones de Inglaterra, Francia y Alemania. Próximo rival, el campeón de Italia o de Europa. Realmente esta Champions tiene mérito.
Cayó el Bayern, pero fue sobrecogedora la imagen de los jugadores sobre el césped saludando a la afición después del partido. No se produjo el milagro, pero a pesar de la derrota tardaron mucho en apagarse los cánticos de unos seguidores extraordinariamente fieles. En los banquillos, saludos generales, absoluta cordialidad.