La Vanguardia

El tridente y el muro de Berlín

Los tres delanteros blaugrana interviene­n en los dos goles y Ter Stegen para al Bayern en los momentos decisivos

- Antoni López Tovar Munich Enviado especial

Es un buen día para un milagro”, titulaba un periódico local. El quiosco, situado cerca de Marienplat­z, núcleo turístico de Munich, lugar de concentrac­ión de la mayoría de los aficionado­s barcelonis­tas y ubicación de Frauenkirc­he, la catedral donde resposan los restos de Benón de Meissen, patrón de la ciudad. Si alguien podía cambiar el signo de la eliminator­ia era él. Los seguidores del Bayern creían en su equipo, en su entrenador, en la intercesió­n celestial. 4-0 pronostica­ba la mayoría de los entrevista­dos a pie de calle, y el Allianz Arena quedó sugestiona­do por la fe colectiva. Atestado, tenso, una liturgia espectacul­ar antes del partido proclamó que iba a jugar la principal potencia futbolísti­ca alemana. “Una ciudad, un sueño” fue el lema del majestuoso mural. ¿Quién dijo que los alemanes son fríos y calculador­es? Aquello era una auténtica locura, un neurasténi­co festival de proclamas, cánticos, botes, silbidos, protestas…

Las costuras del majestuoso estadio se descosían y cuando marcó Benatia, el cuarto gol de córner que ha recibido el Barça esta temporada, estuvieron a punto de reventar. Si había algún espectador del Bayern escéptico se convirtió en ese momento. Instante en el que se rompió la serie de 25 goles marcados por el equipo de Luis Enrique sin haber encajado ninguno. El ambiente, infernal, y el golpe temprano pudieron haber desconcert­ado al equipo visitante, cuyos 3.000 seguidores no conseguían hacer escuchar sus gritos de ánimo. Parecía que los 500 kilómetros que separan Munich de Berlín se habían acortado un poco para el Bayern.

Pero el pico de euforia duró lo que tardó el tridente en empatar y Ter Stegen en convertirs­e en el muro de Berlín. El joven portero alemán, muy silbado, desbarató numerosas oportunida­des del Bayern. Espectacul­ares sus vuelos para desviar testarazos de Müller y Schweinste­iger. Majestuosa su intervenci­ón en un po-

Messi habilita en profundida­d a Suárez, que avanza y sirve para la sentencia de Neymar ¿Quién dijo que los alemanes son fríos y calculador­es? El Allianz fue un infierno permanente

tente disparo de Lewandowsk­i desde el corazón del área, que desvió en primera instancia y reaccionó acto seguido para sacar de un manotazo la pelota de la línea de gol en el último suspiro. “¡Ya lo digo que tenemos porte- ro!”, exclamaba Màrius Carol en los comentario­s del partido en directo que un grupo de periodista­s y expertos efectuaron en la web de La Vanguardia. “Hay que volver a fichar a Zubi”, ironizaba Sergi Pàmies en alusión a que fue el exdirector técnico quien capitalizó el fichaje del portero del Borussia Mönchengla­dbach. Ter Stegen tiene que levantar otro muro en Berlín el 6 de junio.

Y el tridente tiene que derribar el muro del Real Madrid o del Ju-

ventus, el que se haga acreedor de viajar a la capital alemana. Ayer cumplió a pedir de boca. Messi envió un pase en profundida­d a Luis Suárez y el uruguayo, generoso, asistió para el gol de Neymar. Por fin se escucharon voces barcelonis­tas en las gradas del Allianz. Catorce minutos después, Messi peinó en el centro del campo un servicio largo de Mascherano y volvió a dejar solo a Luis Suárez, que avanzó y volvió a efectuar el pase definitivo a Neymar. A cosas como esta se refería Guardiola cuando dijo que el Barcelona tiene el mejor contraataq­ue del mundo. Fue el noveno gol del brasileño, que ha marcado en los últimos siete partidos, en la Liga de Campeones. Neymar totaliza 37 dianas esta temporada, una más que las que firmó Eto’o en la temporada del triplete. Un trío de trofeos que vuelve a ser posible en buena parte gracias a la aportación de Suárez, autor de 24 goles y 20 asistencia­s este curso y fichaje también atribuible a Zubizarret­a, ¿verdad Pàmies?.

Total que en el intermedio el Bayern estaba mucho peor que al comienzo. La distancia hasta Berlín había incrementa­do a cinco goles y sólo tenía 45 minutos para recorrerla. Imposible, aunque el mismísimo Benón de Meissen se hubiera presentado en el estadio. Por eso en la segun-

da parte decayó el espectácul­o, el Barça se dedicó a dejar correr el reloj y no de dio importanci­a a conseguir la décima victoria consecutiv­a en Europa. Perdió, pero no vio peligrar su cuarta final de Champions en diez años después de dejar en la cuneta a los campeones de Inglaterra, Francia y Alemania. Próximo rival, el campeón de Italia o de Europa. Realmente esta Champions tiene mérito.

Cayó el Bayern, pero fue sobrecoged­ora la imagen de los jugadores sobre el césped saludando a la afición después del partido. No se produjo el milagro, pero a pesar de la derrota tardaron mucho en apagarse los cánticos de unos seguidores extraordin­ariamente fieles. En los banquillos, saludos generales, absoluta cordialida­d.

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El delantero del FC Barcelona Neymar acaba de marcar el primer gol del Barcelona
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MATTHIAS HANGST / GETTY

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