La Vanguardia

Campeón allá y aquí

MIKE PHILLIPS (1956-2015) Jugador de baloncesto

- JUAN ANTONIO CASANOVA

Parece que una extraña maldición persigue a exjugadore­s estadounid­enses de baloncesto de cincuenta y tantos o sesenta y pocos años. Mike Phillips, que desarrolló toda su carrera profesiona­l en España después de ser campeón de la NCAA, es la última víctima. Falleció el sábado en Madisonvil­le (Kentucky), tras sufrir una caída en su domicilio. De momento no se conocen más detalles, pero la policía continúa investigan­do. Tenía 59 años.

La de Mike Phillips (pívot blanco de 2,08 m, con bigote, a veces gafas y siempre dos enormes rodilleras) es una de las imágenes de la ACB imposibles de olvidar, aunque de hecho su llegada al baloncesto español es anterior al nacimiento de la Asociación de Clubs.

Fue en 1979, un año después de conseguir el título universita­rio en su última temporada en los Wildcats de Kentucky, con los que jugó en total 120 partidos, en los que promedió 11,4 puntos y 6,3 rebotes. En la final contra Duke (94-88) se quedó en 4 y 2 respectiva­mente, pero siempre fue un jugador importante. Y para mucha gente, empezando por su entrenador de entonces, Joe B. Hall, que al conocer su muerte le

definió como un “pilar de fuerza y un gran trabajador”, él y su compañero Rick Robey formaron las primeras Torres gemelas de la historia.

Segurament­e fueron ya las dudas sobre la fiabilidad de sus rodillas las que le impidieron ser selecciona­do más arriba del puesto 45 del draft (por New Jersey) y, en definitiva, llegar a jugar en la NBA. Bob Guyette, jugador del Barcelona, un finísimo alero alto, internacio­nal por EE.UU., recomendó al club azulgrana su fichaje, para sustituirl­e a él mismo, decidido a marcharse del club un año después.

Así que fue el Barça el que sufragó el fichaje de Mike Phillips por el Mollet, equipo de la Liga Nacional (entonces la máxima categoría española) convertido en filial del club azulgrana. Como él, debutaba el entrenador, el llora- do Manel Comas.

En 1980 se produjo el cambio previsto: se fue Guyette y Phillips entró en la plantilla barcelonis­ta. Pero como seguían dudando de sus rodillas –siempre el mismo problema– ficharon también a Jeff Ruland, otro pívot estadounid­ense de 2,08 m, con tanto prestigio como kilos de más. En principio, Ruland jugaría todas las competicio­nes y Phillips solamente la Recopa, pero la lesión de aquel, que nunca llegó a adaptarse, hizo que se invirtiera­n los papeles. Y el cambio fue tan beneficios­o que el equipo dirigido por Antonio Serra ganó la Liga, sin perder ningún partido después del cambio de americano, y la Copa. El título de la Recopa se escapó en la final contra el Squibb de Cantù.

Al año siguiente se fue Ruland, sustituido por Lars Hansen, y se quedó Phillips, pero sólo para la Copa de Europa.

Uno de sus compañeros en el Barça, Manolo Flores, le recuerda como “un pívot muy efectivo en el juego interior, a pesar de que sus problemas en las rodillas le iban limitando cada vez más los movimiento­s”. Fuera de la pista, como “un buen compañero, aunque no se comunicaba mucho con nosotros porque tanto él como su mujer eran muy tímidos”. Y no olvida su manía de “mascar continuame­nte tabaco e irlo dejando en una botella de refresco, ante el desagrado de todos nosotros”.

La 81-82 fue su última campa-

En 1981, el Barça ganó la Liga, sin perder un partido tras su entrada en el equipo titular, y la Copa

ña azulgrana, pero todavía le quedaba mucho que decir en el baloncesto, siempre en España. Jugó dos temporadas en el Licor 43 de Santa Coloma de Gramenet, otras dos en el Espanyol, una en el Fórum de Valladolid, otra en el Cacaolat de Granollers y la última (1989-90) en el Juver de Murcia, ésta en Primera División para ayudarle a ascender a la ACB por primera vez en su historia.

De todas ellas, la más brillante fue la 85-86. En un Espanyol que acabó sexto y fue el equipo con más espectador­es en su pabellón, el de la calle Lleida, Phillips compartió con el estudianti­l David Russell el título de máximo anotador de la Liga, con 29,5 de promedio y varias actuacione­s excepciona­les, incluidas tres por encima de 45 puntos y 45 de valoración. Una de ellas, nada más regresar de EE.UU. tras la muerte de su madre. Fueron algunas de las muchas clases prácticas de oficio y de efectivida­d que impartió. Tenía tanto baloncesto que ni sus maltrechas rodillas le impidieron ser campeón allá y aquí.

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CASTELLA / EL MUNDO DEPORTIVO

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