Un dramático hecho aislado
CUANDO ocurre una tragedia tan impactante y dolorosa como la que se vivió ayer en el instituto Joan Fuster, en Barcelona, donde un alumno de 13 años bajo un probable brote psicótico, y armado con una ballesta de fabricación casera y un cuchillo, mató a un profesor e hirió a otros dos y a dos alumnos, la sociedad se pregunta sobre las causas de estos hechos y si es posible prevenirlos. Buscar culpables de este mortal y dramático incidente, por lo inusual, es propio de sociedades poco maduras.
La edad del menor en nuestro sistema penal supone que el crimen quedará impune. Es un asunto que no está en estos momentos en discusión en España, aunque sí ha sido motivo de debate en otros países. La sociedad se pregunta si, en casos como los de ayer, no podría haberse ejercido un control mayor. Lo que debe dilucidarse es cuándo este tipo de dolencias alcanzan el nivel que aconseja la toma de precauciones, si es cierto que la enfermedad del menor había entrado en una fase de peligro para su seguridad y la de su entorno que hubiera requerido una mayor atención sanitaria y/o social; si fuera así, conviene dejar claro a quién correspondería efectuar ese control (personal sanitario y familia) y de qué forma. También es preciso preguntarse cómo debe actuar la sociedad ante este tipo de trastornos menta- les, que en su mayoría son terapéuticamente controlables e incluso sanables, pero que conllevan riesgos. Son preguntas a las que sólo los expertos pueden aportar respuestas.
Asimismo, conviene actuar –así parece que se está haciendo– sobre el colectivo de alumnos, profesores y padres que vivieron de forma directa o indirecta el drama de ayer en el Joan Fuster de Barcelona. El trauma que suponen para todos, y especialmente para los alumnos, unos hechos tan dramáticos debe ser convenientemente tratado para paliar en lo posible el dolor y la terrible conmoción causada, al tiempo que la sociedad debe mostrar su solidaridad efectiva para con los familiares del profesor fallecido.
La Conselleria d’Ensenyament debe poner los medios para dotar de los conocimientos adecuados al personal docente con el objetivo de que pueda hacer frente a contingencias similares. Todo ello teniendo bien presente que lo ocurrido ayer en el instituto Joan Fuster no tiene nada que ver con el fenómeno de las agresiones a los maestros y a los alumnos por otros motivos relacionados con la integración social de los estudiantes. Aunque se trata de un dramático hecho esporádico, es preciso que los maestros y todo el personal dispongan de un protocolo de actuación.