Tres líderes anómalos
Renzi, Berlusconi y Grillo necesitan legitimarse por razones diversas
Las elecciones europeas son una oportunidad, en Italia, para corregir una situación política anómala que sería inimaginable en otros países democráticos occidentales. Muy poco cuentan, en esta campaña, los cabezas de lista de las candidaturas al Europarlamento. La batalla se libra entre los tres principales líderes políticos –Matteo Renzi, Silvio Berlusconi y Beppe Grillo–, necesitados, por razones diversas, de una legitimación en las urnas.
Si los sondeos aciertan, el ganador será el Partido Demócrata (PD). Para su secretario nacional y primer ministro, Matteo Renzi, una victoria contundente compensaría el hecho de que llegara al poder, en febrero pasado, gracias a un golpe palaciego, a un complot interno, desbancando a su propio compañero de partido, Enrico Letta. Un triunfo claro en las europeas serviría para perdonar este pecado ori- ginal. Sería una bendición ciudadana, le daría fuerza para acelerar las reformas en curso y le investiría de autoridad para imponerlas a sus correligionarios más reacios o dudosos. De lo contrario, pueden crecer las resistencias internas y verse abocado a forzar, más pronto que tarde, un adelanto de los comicios generales.
Silvio Berlusconi, el fundador de Forza Italia, afronta la cita de día 25 en condiciones muy peculiares. Quiso ser candidato, para lograr un blindaje ante los procesos, pero no le fue permitido. El exjefe del Gobierno, que fue expulsado del Senado, es un hombre con condena firme de cárcel –por fraude fiscal–, bajo tutela del tribunal de vigilancia penitenciaria de Milán y que ya ha empezado su servicio social con enfermos de alzheimer como alternativa al arresto domiciliario. Sólo puede acudir a mítines en la región de Lombardía y debe cumplir una especie de toque de queda. Y, pese a todo ello, sigue siendo la figura preponderante e imprescindible del centroderecha.
El miedo de Forza Italia es caer por debajo del 20%. El diario La Stampa especulaba ayer con una disolución del partido, si eso ocurriera, y con el abandono de la política por parte de Berlusconi. Éste, a sus 77 años, se muestra aún combativo, si bien realiza afirmaciones confusas sobre sus intenciones y deja entrever que su hija Marina, la presidenta del holding familiar, Fininvest, podría lanzarse a la política para revitalizar Forza Italia por la vía dinástica.
El tercer hombre en el teatrino político italiano es Beppe Grillo. Se juega mucho en las europeas. Éstas pueden ratificar o ampliar el espectacu-
Los recientes casos de corrupción y de connivencia entre política y mafia benefician a Grillo
lar éxito en las generales del año pasado, o bien insinuar que su Movimiento 5 Estrellas (M5E) ha tocado techo. Un sondeo del Corriere della Sera otorgaba a los grillini la primacía entre los menores de 35 años. En este grupo demográfico serían el partido más votado, con un 33% de respaldo. Entre los mayores de 65 años, en cambio, el M5E apenas lle- ga al 8% de intención de voto.
Grillo tiene que demostrar que su movimiento no es un globo con un poro amenazante. Debe convencer a su público después de un año convulso que ha visto demasiadas purgas internas y deserciones. El M5E cuenta a su favor el que Italia se haya visto sacudida, en las últimas semanas, por graves escándalos que traen a la memoria el caso Tangentopoli, el seísmo de la operación Manos Limpias contra la corrupción, hace 20 años. Un exministro del Interior de Berlusconi fue detenido por encubrir a un empresario vinculado a la mafia calabresa. Y en Milán arrestaron a varios directivos de la Exposición Universal del 2015 –ligados a partidos de derechas y de izquierdas– por amañar concursos públicos en obras multimillonarias. Grillo podría beneficiarse de este desprestigio adicional del establishment.
Ni Renzi ni Berlusconi ni Grillo son parlamentarios. Y, sin embargo, su futuro depende de unos comicios al Parlamento Europeo a los que ellos no concurren. Italia está instalada en una anomalía pero no puede mantenerla sin un mínimo de legitimidad democrática, aunque sea indirecta.