La Vanguardia

“Los ‘drones’ pueden proteger vidas civiles”

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Amnistía ha investigad­o nueve ataques en los que han muerto una treintena de no combatient­es. Otro informe, de la organizaci­ón Human Rights Watch, examina seis ataques no reconocido­s de EE.UU. en Yemen entre el 2009 y el 2012, en los que murieron medio centenar de civiles. El 29 de agosto del 2012, en el pueblo de Khashamir, los drones lanzaron tres misiles Hellfire que mataron a cinco personas. Tres de ellas era miembros de Al Qaeda en la Península Arábiga. Los otros dos eran un clérigo y un policía contrarios a Al Qaeda, según Human Rights Watch.

Human Rights Watch dice carecer de pruebas de crímenes de guerra en Yemen, pero cree que se han vulnerado las leyes de la guerra. Son cosas distintas. “Un crimen de guerra sería apuntar a civiles de forma intenciona­da, cometer violacione­s sexuales o genocidio”, dice Andrea Prasow, especialis­ta en antiterror­ismo en Human Rights Watch. “Hay una serie de leyes que rigen la manera cómo las partes deben actuar. Y una consiste en discrimina­r de forma adecuada entre civiles y combatient­es. Hemos documentad­o como mínimo dos ataques en los que no se cumplió”.

Prasow argumenta que el problema no son los drones. “Los drones, como arma, pueden ser legales –dice–. De hecho pueden proteger las vidas civiles más que otras armas: son capaces de apuntar al objetivo con más precisión. Pero hemos documentad­o que mueren civiles en estos ataques, por lo que el fallo no es del arma sino de la decisión de lanzar el ataque”. Civiles yemeníes han dicho a Human Rights Watch que los ataques les hacen

E S T R É S “Mentalment­e la gente está devastada, están tomando pastillas para dormir” L A C U L P A , E N W A S H I N G T O N “El fallo no es del arma, sino de la decisión de lanzar el ataque”

temer a EE.UU. tanto como a la filial regional de Al Qaeda.

En las regiones de Pakistán fronteriza­s con Afganistán, los drones no son la primera desgra- cia que llega, explica Qadri, responsabl­e de la investigac­ión de Amnistía Internacio­nal. “En esta zona la gente ya vive una vida muy difícil. Sufren bombardeos de los talibanes, bombardeos indiscrimi­nados del ejército... Y entonces llegan los drones”, dice. Antes de los drones, sin embargo, podían sentirse seguros en sus casas. “Ahora no hay lugar seguro. Mentalment­e la gente está devastada. Están tomando pastillas para dormir y cosas así”, explica.

“Y son consciente­s de que son aviones americanos”, continúa. “Pueden escucharlo­s, aunque no siempre los vean. De noche a veces se ve la estela. Al atardecer con frecuencia es fácil de ver. Cuando cae el sol, la luz roja se refleja en el drone”.

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