“Es necesario un cambio de modelo energético y una reconsideración de nuestros niveles de consumo”
Jesús Ramos Martín es profesor de Economía en la UAB e investigador del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales (ICTA) de la misma universidad en el grupo de investigación Metabolismo Social. Es un reconocido economista ecológico especializado en el
En pleno debate sobre la necesidad de alternativas al actual sistema energético, el economista Jesús Ramos Martín echa luz a cuestiones como la demanda energética, el crecimiento cero o la dependencia.
Pregunta obligada. ¿Qué es la economía ecológica?
Diría que no es ni una disciplina. Por definición, la economía trata la transformación de los recursos naturales extraídos de la Tierra para generar bienes y servicios cuya producción es contaminante. En sí, la economía ecológica es sencillamente un enfoque distinto al convencional que pretende ir a la raíz y ver el funcionamiento de la economía poniendo el foco en la relación con el medio, no tanto en el análisis de los mercados.
¿Cuál es el conflicto entre el crecimiento económico tradicional y la protección del medio ambiente?
Respecto a ello hay dos posturas: la tecnófila –optimista respecto a los avances tecnológicos– defiende que el desarrollo de la eficiencia es compatible con el medio ambiente. La otra postura subraya que el crecimiento económico necesita irremediablemente recursos naturales y energía para llevarse a cabo, lo cual supone un importante impacto ambiental. Los datos de Eurostat muestran que el crecimiento económico necesita más energía y más recursos naturales para mantenerse. Y los recursos son finitos.
Y en este escenario, ¿qué papel juega la eficiencia energética?
Es indudable que la eficiencia es necesaria: consigue el mismo confort con menos recursos. Ahora bien, por sí sola no basta. Después del necesario uso eficiente tiene que venir un replanteamiento de los hábitos de consumo. Si realmente queremos reducir el impacto ambiental, también tenemos que reducir nuestro consumo.
¿Cuál es la paradoja del aumento de la eficiencia en el uso de los recursos?
Es lo que se conoce como efecto rebote o paradoja de Jevons. Viene a cerciorar que la introducción de tecnologías con mayor eficiencia energética, a la postre, pueden aumentar el consumo total de energía en lugar de disminuirlo. Al comprar, por ejemplo, un coche eficiente, puede haber dos comportamientos: o se hacen los mismos kilómetros y se consume menos, o se hacen más kilómetros y se consume igual o incluso más.
Usted mismo advierte de que la pérdida de contacto con la base material del proceso económico explica el origen de algunos problemas. ¿Cuáles son?
Hoy en día, fundamentalmente dos:
el cenit del petróleo (el peak oil inglés) y la deuda. El primero es el momento en el que se alcanza la tasa máxima de extracción global: al no poderse extraer más combustibles fósiles, es necesario rebajar el consumo energético y, en consecuencia, cambiar nuestras necesidades. También juegan un rol importante las políticas públicas. La planificación urbanística, por ejemplo, debería apostar por la integración del territorio y por evitar desplazamientos para reducir el consumo, en lugar de ordenar ciudades dispersas. La deuda, por su parte, obliga a producir bienes y servicios con base material, y eso significa consumir recursos naturales que escasean. De ahí que la deuda no pueda crecer indefinidamente.
Hablando de deudas. ¿Qué es la deuda ecológica?
Antes de Kioto, cuando el concepto de cambio climático ganó interés público, la ONU debatió quién tenía que asumir una rebaja de las emisiones de gases contaminantes: ¿todos los países del globo o sólo los del Norte? Algunos de los países del Sur utilizaron el argumento de la deuda ecológica en las negociaciones para evidenciar que había unas responsabilidades diferenciadas sobre el cambio climático, y que los países ricos éramos más responsables. La idea de la deuda ecológica es alertar sobre el consumo de recursos naturales de los países del Norte, que son los que más energía consumen y más contaminación emiten. Ese impacto ambiental afecta a los países del Sur, los territorios ricos en recursos naturales y con los que el Norte tiene una deuda ecológica. Causamos un daño ambiental que no pagamos, y aunque la deuda ecológica sea un pasivo que no paguemos, en cierto modo debería servir para cancelar la deuda financiera que los países del Sur contraen con los del Norte.
¿Tiene en eso algo que ver la llamada economía de estado estacionario?
Por supuesto. Es un concepto viejo pero olvidado hasta la década de los años setenta, cuando irrumpió la crisis del petróleo. La idea es que debido a las limitaciones de los recursos energéticos la economía no puede crecer indefinidamente, sino que llega a un estado de no crecimiento o crecimiento cero. Durante los años ochenta y noventa el petróleo era barato y el crecimiento económico vertiginoso, por lo que la sola idea de crecimiento cero se desterró del imaginario colectivo. Sin embargo, la actual crisis económica y el problema del cénit del petróleo la han rescatado del baúl de los recuerdos.
Ahogamos al planeta. ¿Necesitamos una lección de humanidad?
No hay más remedio, es necesario un cambio del modelo de producción y de energía. El coste político y social es que tenemos menos recursos, y la realidad es que la energía es cada vez más cara. Se hace más que necesario reconsiderar nuestros niveles de consumo.
¿Hay soluciones?
Potenciar las energías renovables, sin duda. Sin embargo, somos el único país del mundo que paga un impuesto por la generación de renovables. No hay que caer en tergiversaciones: el déficit comercial español se debe fundamentalmente a la factura energética, porque la dependencia exterior roza el 80%. Es necesario un cambio del modelo económico y un cambio de mentalidad que pide a gritos una planificación pública en aspectos como el territorio o las redes de transporte. El cambio no será rápido, pero tiene que ocurrir.
De hecho, España es un país con mucho potencial por lo que a las renovables respecta.
Tiene una industria eólica muy importante, la cuarta del mundo después de Alemania, Estados Unidos y China. De hecho, en 2012 el 18% del consumo eléctrico provino de la energía eólica. Sin embargo los grupos de presión del oligopolio energético entorpecen este impulso a las renovables porque supondrían una competencia comprometedora a sus intereses.
Por último, ¿qué podemos hacer a nivel particular para ser más sostenibles?
Esencialmente, comprometernos a consumir menos artículos. Porque aunque los avances tecnológicos exploten la eficiencia de un producto, el impacto ambiental que supone su producción es mayor que su vida útil. Tendríamos que reutilizar más y alargar la vida útil de los productos y desterrar la idea de obsolescencia programada.