La Vanguardia

Quiero un PROFESOR excelente

Los universita­rios pagan más que nunca por estudiar, pero no reciben mejores servicios

- MAITE GUTIÉRREZ

Los universita­rios catalanes pagan más que nunca por estudiar. Las tasas han aumentado un 66%, y cursar una carrera se mueve entre 1.516 euros y 2.371 euros. No todos pagan el máximo: Catalunya ha introducid­o un sistema de tasas en función de la renta, pero al final el precio de la matrícula se ha encarecido para un 70% de los alumnos de educación superior.

“Si pagas más, también te vuelves más exigente, quieres recibir una mejor formación, un mejor servicio, y eso es algo que no se ha producido”, señala Alba Crespo, portavoz de la Associació d’Estudiants Progressis­tes. Diferentes asambleas de facultades y asociacion­es estudianti­les destacan este hecho. A los universita­rios se les exige más, tanto desde el punto de vista académico como económico, pero no reciben más a cambio. Al contrario. Los requisitos para acceder a una beca se han endurecido –se requiere un mínimo de 5,5 puntos de media en el expediente para los alumnos de nuevo ingreso y un 6,5 para el resto de los cursos o aprobar todas las materias–, las becas Erasmus se han reducido un 75% desde el 2011, con un presupuest­o de 18 millones de euros para el año que viene, y las ayudas Séneca –de intercambi­o entre universida­des españolas– prácticame­nte han desapareci­do.

“La mayoría de las universida­des cierra las biblioteca­s los fines de semana y en vacaciones para ahorrar, y muy pocos campus amplían su horario en periodos de exámenes, así que este servicio no coincide con las necesidade­s de los estudiante­s; además, hemos perdido aulas de estudio y de reunión”, relata Crespo. La reducción de personal de administra­ción y servicios en varios campus también ha hecho que los problemas burocrátic­os, sobre todo a la hora de formalizar la matrícula, aumenten. El mes pasado hubo un gran número de quejas de estudiante­s por este motivo.

Se podría decir que los servicios “accesorios” han mermado para adaptarse a este periodo de austeridad impuesto desde las administra­ciones. Las universida­des públicas de Catalunya han perdido un 30% de presupuest­o desde que comenzó la crisis y han tenido que llevar a cabo fuertes medidas de ajuste –unas medidas que ya han tocado techo, según explicaban los rectores en un comunicado conjunto la semana pasada–.

“Las tasas han subido, pero se trata de un precio político, no vinculado a la calidad; los estudiante­s no reciben más por pagar más; ahora bien, las universida­des debemos ser excelentes siempre y ofrecer el mejor servicio posible independie­ntemente de lo que aporte el estudiante”, señala Gloria González, vicerrecto­ra de calidad de la docencia y empleabili­dad de la Universita­t Autònoma de Barcelona (UAB). Ante esta situación, los alumnos pi- den como mínimo que el nivel de la formación que reciben aumente al mismo ritmo que las exigencias que ahora se les imponen.

Los controles sobre la calidad en la universida­d siempre se han centrado en la investigac­ión. La carrera de un profesor de educación superior está fuertement­e ligada a su producción científica y sus publicacio­nes. El Espacio Europeo de Educación Superior (plan Bolonia) debía compensar ambos aspectos –docencia e investigac­ión–, poniendo en el centro del proceso de aprendizaj­e al estudiante, con menos clases magistrale­s y más seminarios o grupos reducidos para dar una atención más personaliz­ada. “Se supone que somos los protagonis­tas

de nuestra formación, pero no hemos notado grandes cambios con la entrada del plan Bolonia; el Espacio Europeo se ha implantado en un momento de recortes, hay menos profesores asociados, los titulares tienen más carga de trabajo y cobran menos... la calidad de la docencia no es muy superior a la de hace cuatro o cinco años”, dice Martí Mur, estudiante de Derecho de la Universita­t de Barcelona (UB) –antes estudió Sociología– y miembro de la Coordinado­ra de Asambleas de Facultad.

“Queremos profesores excelentes”, rezaba un cartel en la facultad de Economía y Empresa de la UB hace unos días. “Tenemos muchos profesores buenos, por supuesto, pero también queda una parte que viene con los apuntes de hace diez años, que no actualiza los conocimien­tos ni las fuentes y que siempre queda impune ante las quejas de los estudiante­s, sobre todo si se trata de un catedrátic­o”, destaca Crespo. Los campus están introducie­ndo procesos de mejora en el control de las clases –ver artículo siguiente–. Pero de momento, la única manera que tienen los estudiante­s y la propia universida­d de evaluar la calidad de la docencia son las encuestas sobre satisfacci­ón que se realizan a los alumnos cada semestre, y la participac­ión suele ser baja: entre el 20% y el 30% en la mayoría de las universida­des.

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GEMMA MIRALDA / ARCHIVO El plan Bolonia debía situar al alumno en el centro del aprendizaj­e

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