Poner el dinero a trabajar
Una vez más, el BCE se ajustó al guion previsto por los analistas en su última reunión del año ampliando las medidas excepcionales bajo el doble objetivo de garantizar la estabilidad financiera y mantener bajos los costes de financiación durante el 2021. Como repitió su presidenta, se trata de preservar las condiciones de financiación favorables.
Cada vez son mayores los paralelismos con la política monetaria del Banco de Japón antes de la crisis financiera del 2012 en la que se conoció como fórmula abenomics: una política económica apoyada en la expansión monetaria y fiscal y las reformas estructurales. El principal fallo es que al final no se aprovechó el escenario de recuperación con la transformación económica que hubiera llevado a un aumento del crecimiento potencial e impulsado la inflación. Las condiciones de financiación favorables y el impulso fiscal no fueron suficientes. La historia nos da la oportunidad de aprender de los errores.
Las medidas de política monetaria no convencionales expansivas de los principales bancos centrales del mundo han reducido la percepción de riesgo de los mercados al amortiguar las tensiones que de otra forma hubieran surgido por la pandemia y evitar que se materializaran en los mercados y retroalimentaran la crisis económica. Aunque sea imposible hablar con certeza de la recuperación futura, eso no implica que la estrategia que seguir por los gestores de política económica deba ser la de esperar y ver. La correa de transmisión de la política monetaria que desarrollan los bancos y la política fiscal expansiva están ayudando a aminorar el impacto de la crisis en las familias y las empresas. Pero es fundamental que se ponga encima de la mesa una estrategia de reformas que nos permita generar un crecimiento sostenible a medio plazo. Y que, cuando llegue el momento, las reformas se lleven a cabo.
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