Ochocientos ciervos en la Verneda
En Barcelona, al bajar en la parada del metro de Sant Martí me doy cuenta de que me he dejado las gafas de leer en casa. En la rambla Guipúscoa entro en una farmacia a comprar unas y le pregunto al farmacéutico cómo llegar a la biblioteca García Márquez: “Gire a la izquierda y ya la verá, porque es espectacular”. Una clienta añade: “Es el Guggenheim de la Verneda”. El barrio está orgulloso de su biblioteca, galardonada por la Federación Internacional de Bibliotecas como mejor biblioteca pública del mundo 2023. A García Márquez le habría gustado que por su biblioteca corrieran esta tarde 800 ciervos.
En el año 1951, en lo más profundo del franquismo, un grupo de estudiantes universitarios de valores cristianos progresistas descontentos con las tenazas de la dictadura fundaron una revista de pensamiento a la que bautizaron El Ciervo. Tomó las riendas Llorenç Gomis, poeta, periodista (llegó a ser director de El Correo Catalán y subdirector de La Vanguardia) y catedrático de la facultad de Ciencias de la Información. Fue director de El Ciervo hasta su fallecimiento en el 2005.
Las ideas aperturistas de la revista provocaron que en 1973 se plantara en sus oficinas un grupo de neonazis a punta de pistola. Pese a los mil avatares (y muchos reconocimientos), El Ciervo sigue adelante tres cuartos de siglo después abriendo ventanas al debate de ideas, la crítica literaria y el periodismo social.
Acudo a la biblioteca García Márquez a la celebración de su número 800, que luce una portada que les ha hecho Miquel Barceló. Me agrada que El Ciervo haya escogido para su festejo una biblioteca en lugar de un palacete, que en vez de darnos canapés nos ofrezcan un tastet de música, poesía y palabras de gente como el poeta José María Micó, el periodista cultural Xavi Ayén y el maestro Eduardo Mendoza.
La bienvenida musical nos la dan Jose María Micó y Marta Boldú, un dúo de superhéroes culturales. Él por la mañana es catedrático de literatura y por la noche se transforma en guitarrista. Marta Boldú –acaba de colgar la tiza– ha sido durante años profesora de literatura de día y, de noche, cantante de tangos, boleros y rancheras. Tras su actuación el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, toma la palabra y afirma que “El Ciervo es una escuela de pedagogía democrática”.
El director de la revista, Jaume Boix, es de la estirpe de Llorenç Gomis: periodista sensible de larga trayectoria (ha sido director del Diari de Barcelona) y con ese aire de sabio despistado que tiene golpes inesperados. Igual que el Pisuerga pasa por Valladolid, aprovecha la presencia de un representante del Ministerio de Cultura para pedirle (amablemente) que las revistas con el sello de garantía del Premio Nacional del Fomento de la Lectura estén en todas las bibliotecas de España. Boix explica que su revista no tiene apoyo de ningún grupo económico, político ni religioso: “Es una revista independiente; depende de los suscriptores“. Considera
⁄ Para Jaume Collboni, la revista que dirigió Llorenç Gomis “es una escuela de pedagogía democrática”
que “el máximo servicio del periodismo es explicar cómo son las cosas. Nosotros hacemos un periodismo crítico, pero sin gritar”.
Enseguida deja de hablar de El Ciervo y se pone a entrevistar a Xavi Ayén como perseguidor de premios Nobel, a Micó como poeta músico y a Eduardo Mendoza, un grande de la literatura contemporánea. Boix se interesa por la trayectoria de sus invitados sin mencionar más El Ciervo y, después, anuncia que han de terminar, que la gente de la biblioteca ha de irse a su casa. Mendoza, in extremis, ha de pedirle: “¡Déjame hacer el elogio de la revista!”.
En tiempos de autobombo y egotismo, la gente de El Ciervo constituye una rara avis que ojalá no deje de agitar las alas. Cuando regreso al metro, una frase de Boix me aletea en la cabeza: “Creemos en la cultura y el conocimiento como la base de la convivencia y de la esperanza. Esperanza en que el mundo pueda mejorar, que cada uno de nosotros podamos ser mejores”.