La maleta de Ramoneda
Era también un mes de septiembre, en 1940, cuando el filósofo judío Walter Benjamin llegó a Portbou huyendo de la Francia ocupada. El grupo con el que huía fue interceptado por la policía española y la Gestapo. Benjamin estaba ya muy enfermo y murió en una pensión del pueblo. “La leyenda dice que en una maleta llevaba un proyecto de revista: Angelus Novus”. Josep Ramoneda me cuenta que a este mito hace referencia el título de la revista de pensamiento que fundó hace diez años, La Maleta de Portbou.
Ramoneda fue profesor de Filosofía en la Universitat Autònoma de Barcelona durante quince años, pero su inquietud permanente le hizo salir del ámbito universitario y ejercer el periodismo y la gestión cultural. Fue impulsor del Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB) y actualmente, además de dirigir colecciones de ensayo o ser presidente de Grup 62, sigue en la dirección de La Maleta de Portbou, que, además de editarse en papel y digital, se despliega en proyectos como la Escola Europea d’Humanitats o el Festival de Humanidades de Dénia.
Me acerco hasta el CCCB, donde se celebra el décimo aniversario de La Maleta. Ramoneda cuenta brevemente el origen de la idea de la revista tras su llegada al Cercle d’Economia y sentir la necesidad imperiosa de nutrir la Economía con las Humanidades. Enseguida reparte juego para que hablen otros, como
Alexandre Lacroix, director de la publicación francesa Philosophie Magazine, que, al hilo del reportaje de portada de la revista del aniversario, hace un repaso filosófico a las disrupciones de la década: la vuelta de la guerra a Europa, los cambios en el feminismo o la inteligencia artificial. También intervienen colaboradores como Jordi Alberich, Marina Subirats, Xita Rubert o Sonia Pulido.
Tras el trajín del festejo, le pregunto a Ramoneda cuáles cree que pueden ser los retos para los próximos años. “En este momento la moda es la inteligencia artificial y seguirán después otros grandes progresos tecnológicos, que sin duda aumentan nuestras capacidades. La mejor tecnología puede usarse positivamente o catastróficamente.
No es nada nuevo: un instrumento tan elemental como un cuchillo puede servir para cortar el pan o para matar al vecino. Lo que se requiere es mantener vivo el espíritu crítico en defensa de la singularidad de la condición humana. Sin negacionismos ni catastrofismos, pero también sin caer en fáciles fabulaciones y llamando a los problemas por su nombre. El gran peligro no está en la tecnología sino el riesgo de que estos instrumentos estén bajo el control de poderes globales que desborden el orden institucional”.
Al pedirle que señale las grandes voces del pensamiento contemporáneo, con esa aversión suya al dogmatismo, me dice que “no se trata de construir mitos referenciales en un mundo tan complejo. Simplemente, disfrutar cuando se encuentran conexiones que sirven para entender las cosas que pasan. Pondré dos ejemplos en absoluto pretenciosos: Libres de Lea Ypi y La nostalgia de Barbara Cassin, que no por casualidad son mujeres”.
¿Los influencers de internet han substituido como líderes de opinión a los pensadores? “Siempre ha habido una cierta distancia entre lo intelectual y lo popular. Los influencers puede que quiten más espacio a los curas y predicadores, que en casos como la Iglesia católica están de baja, o incluso a los políticos, que no a filósofos, escritores y compañía que se mueven en otro registro, menos masivo, y que tienen, en los periódicos, en los libros y en las aulas, todavía un lugar propio”.
Buscador incansable, ya se está yendo con sus mil cosas en la cabeza, pero le pregunto al vuelo qué le seduce tanto de Walter Benjamin para haber bautizado la revista de su vida como La Maleta de Portbou… “No es tanto, Benjamin –que también– como el mito de la maleta perdida”.