La Vanguardia - Culturas

El renacer del catálogo del mundo

La Biblioteca Nacional de Francia reabrió sus puertas en septiembre después de diez años de obras, coincidien­do con su tercer centenario. Comentamos aquí sus dos grandes salas, y la biblioteca de Saint Geneviève, del mismo arquitecto

-

DECÍA UMBERTO ECO, como homenaje a Borges, que el modo más acabado de representa­ción cultural de nuestro mundo son los catálogos de las biblioteca­s, una idea que se hace cartesiana­mente evidente al entrar en algunas de las excelentes biblioteca­s que encuentra cualquier spleen en París. Hace unas pocas semanas, tras diez años de obras, el 17 de septiembre, se volvían abrir las puertas de la Biblioteca Nacional de Francia, la BNF, en su histórica ubicación del 58 de la rue Richelieu/5 rue Vivienne, un edificio vecino a los jardines del Palais Royal. Las autoridade­s hicieron coincidir la apertura con el tercer centenario de su fundación por el cardenal Mazarino, quien, en 1722, había decidido trasladar la Biblioteca Real, que había transitado desde el Louvre, Blois o Fontainebl­eau al actual palacio con el fin de ensalzar las letras que, como decía Bacon en la Nueva Atlántida, cruzan los vastos mares del tiempo. Quienes visitaron la biblioteca ese día debieron sentirse sumidos en una profunda satisfacci­ón. Su vasto fondo responde puntualmen­te a las etapas de una historia de Francia como historia del poder de sus reyes, desde que Carlos V en 1368, en plena Guerra de los Cien Años, creara una colección donde se sabe trabajó la insigne escritora Christine de Pizan; a ese fondo siguieron otros como los de Luis XI y Francisco I en pleno Renacimien­to, o los de Luís XIV, el Rey Sol. En 1795, durante los días de la Revolución, la Biblioteca Real pasó a llamarse Biblioteca Nacional de Francia. Y así hasta hoy.

Dentro del edificio se multiplica­n las desconcert­antes maravillas constructi­vas del genial arquitecto Henri Labrouste: estamos en la transforma­ción urbanístic­a de París durante el Segundo Imperio de Napoleón III, bajo la iniciativa del barón de Haussmann y su búsqueda de una ciudad de luz donde el hierro y el cristal marcan el sentido de las construcci­ones, sean estaciones de ferrocarri­l, almacenes para la clase media burguesa o el mercado central. Las claves del diseño de la Biblioteca Nacional se pueden descifrar por pura lógica de aquel momento histórico. Basta con detenerse en las diversas salas que fijan estos ideales, la sala Labrouste (que acoge también la biblioteca del INHA, la de Grabados y la sala Oval.

La sala de lectura, llamada sala Labrouste en honor de quien la construyó, es un soberbio ejemplo de la arquitectu­ra de hierro del siglo XIX. Sus más de 1.150 m2 están cubiertos por nueve cúpulas, decoradas con frisos cerámicos de marfil y oro sobre fondo rojo, que dividen el espacio sin reducirlo. La estructura metálica de soporte es independie­nte de la mamposterí­a. Dieciséis columnas de hierro fundido, de 30 cm de diámetro y 10 metros de altura, sostienen las bóvedas. La parte superior de cada bóveda está formada por una claraboya redonda: la iluminació­n cenital se distribuye por toda la sala sin generar sombras proyectada­s. También aportan luz tres grandes ventanales que dan al patio norte y el tejado plano de cristal que cubre el hemiciclo. Acentúan el aspecto religioso

⁄ Con el barón Haussmann París se transforma en una ciudad de luz, donde hierro y cristal dominan la construcci­ón ⁄ El cardenal Mazarino ordenó trasladar en 1722 la Biblioteca Nacional al palacio que ocupa actualment­e

del lugar los pasillos tranquilos y claros, como los de esas basílicas perdidas en el bosque, evocadas por las pinturas paisajista­s de Desgoffe.

De Labrouste también es la sala de lectura del Departamen­to de Grabados que cubre parte del patio. Su primer proyecto, estudiado en abril de 1859, se parece bastante al que conocemos, salvo en un punto esencial, la cubierta del obrador: el acristalam­iento plano, de hierro y vidrio, sólo adoptará más tarde la forma actual de las famosas cúpulas. La obra desemboca en un hemiciclo, entre las tiendas y el vestíbulo. Pero no todo su trabajo quedó circunscri­to a la Biblioteca Nacional, también se hizo cargo de la remodelaci­ón la Biblioteca de Sainte Geneviève, en el Barrio Latino, ubicada sobre la antigua basílica del siglo VI dedicada a los santos padres y desde donde Santa Genoveva hizo frente al mismísimo Atila cuando este asedió Lutecia en 451: Labrouste optó por dejar a la vista la estructura del edificio, siendo el punto de partida de la modernidad en la arquitectu­ra alejándose de las soluciones neogóticas de Viollet-le-Duc en Notre Dame. La primera piedra se colocó en agosto de 1844 y abrió sus puertas el 4 de febrero de 1851.

A su muerte en 1875 se habían perdido ya esos remolinos de vida que dieron su perfil actual a París, aunque todavía quedaba mucho que hacer en los solares colindante­s a la Biblioteca Nacional. De hecho, en 1878, el estado adquirió cuatro casas que estaban en la plaza Vivienne. Sus terrenos permitiero­n la construcci­ón de nuevos espacios, necesarios debido al aumento de los fondos de la

biblioteca. Así en 1890 se decidió construir la sala Oval. Fue iniciada en 1897 por Jean-Louis Pascal, aunque las obras que no se acabaron hasta 1932 de la mano de Alfred Recoura; se inauguró hasta 15 de diciembre de 1936 por el presidente de la República Albert Lebrun, un espacio que la prensa la calificó como el “paraíso oval de París”. Una gran elipse cubierta por un techo de cristal, con un eje mayor de 43,70 metros y un eje menor de 32,80 metros. Notable por su altura de 18 metros, la sala está dominada por un techo central de cristal rodeado de dieciséis ventanas de oeil-de-boeuf acristalad­as. Además de la zona de lectura, la luz del techo de cristal ilumina los tres pisos de estantería­s de la galería y la tienda del sótano, la cripta Pascal, gracias a un suelo de losas de cristal, ahora cubierto de moqueta. Los amplios balcones de hierro con suelo de listones facilitan la circulació­n y la consulta de las coleccione­s conservada­s en las galerías.

Al terminar la visita de estas biblioteca­s, nos percatamos de que el paseante de París se ha hecho con una imagen mental del lugar al que le gusta pertenecer, pues ese gusto le ha creado el repertorio de “imágenes vividas” de las que habla Roland Barthes con las que poder moverse en el mar multicultu­ral de nuestrosdí­as.

 ?? ??
 ?? ?? La sala Labrouste
Llamada así por su constructo­r, es también la sala de lectura y un ejemplo soberbio de la arquitectu­ra del XIX
Las cúpulas
La sala Labrouste está cubierta con nueve bóvedas decoradas con frisos cerámicos de marfil y oro y claraboyas
La sala Labrouste Llamada así por su constructo­r, es también la sala de lectura y un ejemplo soberbio de la arquitectu­ra del XIX Las cúpulas La sala Labrouste está cubierta con nueve bóvedas decoradas con frisos cerámicos de marfil y oro y claraboyas
 ?? ?? Sainte Geneviève Situada en el Barrio Latino, esta biblioteca está ubicada sobre la antigua basílica del siglo VI; en su remodelaci­ón, entre 1844 y 1851, Labrouste optó por dejar a la vista la estructura del edificio
Sainte Geneviève Situada en el Barrio Latino, esta biblioteca está ubicada sobre la antigua basílica del siglo VI; en su remodelaci­ón, entre 1844 y 1851, Labrouste optó por dejar a la vista la estructura del edificio
 ?? ?? La escalera moderna
En la sede de Richelieu, el estudio Bruno Gaudin sustituyó la antigua escalera por una nueva en forma de arco de acero que realza la visibilida­d
La escalera moderna En la sede de Richelieu, el estudio Bruno Gaudin sustituyó la antigua escalera por una nueva en forma de arco de acero que realza la visibilida­d
 ?? ?? La sala Oval
Una gran elipse dominada por un techo central de cristal rodeado de dieciséis ventanas ‘oeil-de-boeuf’ acristalad­as
La sala Oval Una gran elipse dominada por un techo central de cristal rodeado de dieciséis ventanas ‘oeil-de-boeuf’ acristalad­as
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain