El mundo de Pierre Le-Tan
Homenaje El pintor, ilustrador y escritor francés de origen vietnamita, fallecido en septiembre en París, deja una obra de refinada y luminosa complejidad
También yo, de juventud modianesca, fui de los que creyeron que los misteriosos, que no inquietantes, dibujos de Pierre Le-Tan correspondían a un alter ego de Patrick Modiano. Tanto en sus atmósferas urbanas como en algunos de los personajes retratados por él, había un tono que emparentaba los mundos de ambos creadores. La muerte de Le-Tan el pasado mes de septiembre en París –ciudad que amaba y de la que apenas salía: “Todo está en París”, me dijo un día, “nada hay fuera de París”– ha vuelto a resucitar en sus necrológicas aquel fantasma del pasado: el ilustrador de Modiano. Con ello se ha situado a Le-Tan en un solo plano de su arte y de su vida, reduciendo lo demás –y lo demás es el todo– casi a mero atrezo, cuando sin ese todo –la esencia y el universo de un artista– no habría existido tampoco lo que nos confundió en nuestra juventud. En aquella época también me gustaba definir a Le-Tan como un Hergé para adultos, porque el mundo de las aventuras de Tintín –tanto escenarios como personajes– era una manera de aproximarlo a quienes lo desconocían. ¿Entonces?
No, Le-Tan no fue sólo ilustrador de Modiano, ni sus dibujos son el mundo en imágenes del Nobel francés, aunque ilustrara las cubiertas de una docena de sus novelas en edición de bolsillo, mantuvieran en el pasado una gran amistad, o ambos firmaran dos libros –Memory Lane y Poupée blonde– a cuatro manos. Como no es tampoco una prolongación culta de Hergé. Si el hipnótico mundo de Modiano se circunscribe a la memoria, el tiempo y el olvido, el fascinante mundo de Le-Tan posee una luminosa complejidad que va más allá. En la terminología de Isaiah Berlin, Modiano sería un erizo y Le-Tan un zorro, aunque de territorio acotado por el tiempo. El tiempo que se va, quiero decir y sus incursiones llenas de humor en el actual. A veces hay que recordar que LeTan es escritor, camuflado en exceso por el dibujante. Un escritor muy particular que apenas utiliza letra de imprenta en sus ediciones, sino su propia caligrafía, que es dibujo en sí misma, como uno de esos fondos cuadriculados al estilo de los grabadores del XVIII, pero también de Max Ernst o de Domenico Gnoli. Y un escritor amigo de escritores: Umberto Pasti, Simon Liberati, Jean-Jacques Schul, Patrick Mauriès... ¿Títulos? Todos inolvidables:
Paris de ma jeunesse, Rencontres d’une vie 1945-1984, Carnet tangerois, Carnet des années pop … ¿Y el ilustrador? Le-Tan es uno de los más refinados que haya dado el siglo XX: desde sus portadas de The New Yorker hasta sus pequeñas exposiciones y catálogos como verdaderas
Wunderkammer donde los objetos dibujados son las proyecciones de su universo: artistas, modistas, estetas, coleccionistas, jardineros, paisajes metafísicos, ciudades, salones… O sus dos subastas de bienes artísticos propios eran autorretratosdeesemundo.Ydetrásdeello,su verdadera genealogía: Christian Bérard, Boris Kochno, Cecil Beaton y Jean Cocteau (a cuya casa en Palais Royal –que entonces Pierre estaba decorando– me llevó cuando nos conocimos hace veinte años).
Pero ni el escritor ni el dibujante existirían de no haber sido Le-Tan un cazador de sombras difuminadas que el tiempo estaba a punto de hacer desvanecer: de Frede a Somerset Maugham, de Duff y Diana Cooper a Schiaparelli. ¿Un Foujita poscontemporáneo? Sonreiría ante el nombre, pero nada le horrorizaría más que el adjetivo. O sí, peor sería que lo llamaran posmoderno. Pierre Le-Tan era un esteta –como lo es Umberto Pasti– con rasgos de un dandismo de raíz oriental, profundo conocedor de la cultura occidental. Si arte, en la estela de Berenson o Kenneth Clark; si literatura, Philippe Jullian o Nancy Mitford. Y esto sí que es reduccionismo frente al peligro del name dropper,tantoseranlas obras y los nombres, que sólo visitando su casa –el coleccionismo, la bibliofilia, la decoración, las piezas antiguas, la pintura de su padre Le Phô, las telas y cerámicas en los últimos años…– puede entenderse la riqueza del mundo letaniano en su totalidad. “Nada de menos de cincuenta años: sólo el fax”.
Su último libro –Quelques collectioneurs– lo dedicó a varios coleccionistas, reales e inventados, proyecciones, en el fondo, de sí mismo. En la cubierta, de espaldas, como una premonición, figura el propio Pierre Le-Tan contemplando un rincón, lleno de objetos artísticos, de su casa, de su vida. De espaldas, repito, como quien se va, fundiéndose en todo aquello que másamó. |
Le-Tan no fue sólo ilustrador de Modiano, aunque ambos firmaran dos libros a cuatro manos